José Apezarena

El valiente Marlaska se esconde ahora detrás de la Guardia Civil

Marlaska, en el acto de León donde fue abucheado

La tragedia de Melilla, es decir, el asalto de julio a la valla fronteriza y la muerte de, como poco, una veintena de migrantes sudaneses, amenaza el futuro político de Fernando Grande-Marlaska, a pesar de la defensa que está protagonizando el mismísimo presidente del Gobierno.

Pedro Sánchez lleva tiempo tratando de proteger a uno de sus ministros preferidos. Por ejemplo, dando la orden a su gente de que por nada del mundo se ponga en marcha en el Congreso una comisión de investigación. Ha cursado instrucciones precisas para que de ninguna manera permitan que ocurra algo así.

No obstante, de entrada, el todavía ministro del Interior va a afrontar un debate sobre su reprobación, puesto en marcha por el Partido Popular.

Su problema está en que el resultado depende directamente de Podemos. Suma con los socialistas mayoría suficiente, pero es una circunstancia de la que Marlaska no debería fiarse demasiado, porque Pablo Iglesias y los morados le tienen ganas. Además de sentir la tentación de dar un escarmiento a Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz, por la vía votar a favor de la reprobación del ministro.

Marlaska lleva tiempo dando muestras de incapacidad política para manejar las crisis. Es algo que viene de atrás, vistos los problemas que ha tenido con guardias civiles y policías nacionales por ejemplo, incluyendo manifestaciones callejeras de los agentes.

Lo de ahora, lo de Melilla, parece más grave, porque él insiste en afirmar que en el incidente no se registraron víctimas mortales en territorio español, cuando todas las pruebas dicen lo contrario. Le están acusando de mentir repetidamente.

El desmentido más contundente a su versión se ha escenificado en un medio supuestamente amigo, el diario El País, que ha difundido un detallado documental que visualiza y concluye que el ministro no ha dicho la verdad, y que sí hubo muertos en suelo español durante el asalto.

En el Pleno del Congreso celebrado el miércoles, día 30, Marlaska, además de repetir que no hubo víctimas mortales en territorio español, salió en ‘defensa’ de la Guardia Civil, por la línea de apuntar que cualquier crítica a lo ocurrido era un ataque a la Benemérita. Y añadiendo que, quien pretendiera descalificar la labor de la Guardia Civil, “me tendrá siempre enfrente”.

Una supuesta ‘defensa’ que ha sido interpretada como un tosco intento, por parte del titular de Interior, de desviar la atención hacia la actuación de los agentes, en lugar de asumir la responsabilidad política de lo ocurrido, como ministro, y de reconocer que ha mentido en repetidas ocasiones sobre lo que realmente ocurrió. Marlaska, en fin, trató de parapetarse detrás de la Guardia Civil.

 

Se trata de una actuación paradójica, porque ha dado repetidas muestras de menosprecio a la Benemérita, no solamente en la designación de los puestos claves del propio ministerio, sino también con caciqueos en materia de ceses, ascensos y nombramientos. Baste recordar la suma de dimisiones y renuncias que se produjeron en la cúpula de la Guardia Civil con el caso De los Cobos.

Una demostración más de cuál es la atmósfera que reina en la Benemérita respecto al ministro fue la sonora pitada que recibió Marlaska en León, durante la celebración de la festividad de la patrona, la Virgen del Pilar.

A estas alturas, todo indica que a Fernando Grande-Marlaska se le acaba el tiempo como miembro del Gobierno. Mucho más si entra en funciones la comisión de investigación. Pero mucho más aún si se produjera la reprobación, merced al cambio de voto que Podemos está considerando.

Pedro Sánchez tendrá opción de mantenerlo a pesar de todo, pero una situación así no puede perpetuarse.

De todas formas, siempre le cabrá, si sigue gobernando y le da tiempo, nombrarle magistrado del Tribunal Constitucional, como acaba de hacer con el ex ministro Juan Carlos Campo.

En esta materia, el presidente del Gobierno no se ha andado con bromas. Todo lo contrario. Ha tomado las máximas precauciones, con el fin de no tener sustos en el futuro, nombrando para el TC a dos personas de estricta obediencia socialista. ¿Politización de la Justicia? ¡Fuera máscaras!

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