José Apezarena

Un virus más peligroso que el Covid-19: el populismo

El asalto al Capitolio, perpetrado por seguidores de Donald Trump, ha conmocionado el mundo entero. Por tratarse de Estados Unidos, el país de la democracia, pero más aún por la desazonante incógnita que suscita: si algo así ocurre allí, ¿qué no puede pasar en naciones con sociedades menos estables y avanzadas políticamente?

Lo de Washington no ha sido una protesta, y menos aún pacífica. Ni un caso de libertad de expresión o de desobediencia civil, conceptos que en España utilizan los que pretenden legitimar otros procesos sediciosos, escribe FAES. “Ha sido un ataque al núcleo de la democracia americana incitado por acciones, y muchas omisiones del presidente Trump, y hecho posible por la destrucción de un Partido Republicano parasitado por el discurso populista”.

En el asalto concurren -añade- muchos de los elementos comunes a todos los extremismos populistas: la “indignación”, como nueva categoría que justifica cualquier abuso, la fijación con el Parlamento como objetivo de la fobia populista, el desprecio a los marcos constitucionales, y la negativa a aceptar las reglas del juego democrático.

La ruptura de los consensos básicos, la exaltación de la ilegalidad como parte del discurso antisistema, la brutalización del lenguaje, el desprecio a las instituciones, la exclusión del adversario, son síntomas de la grave enfermedad populista que también afecta a España.

Las palabras importan, y no se pueden excusar ni “comprender” las expresiones radicales, destructivas e irresponsables, que se han convertido en moneda corriente en nuestro país, “porque el discurso, la palabra, es la materia de la política. ¿Rodear el Congreso? Solo para defenderlo”.

El populismo en sus distintas versiones -concluye- es la mayor amenaza para las democracias. Lo ocurrido en Washington da la medida de este peligro.

Pienso yo que se trata de un virus más peligroso que el mismísimo Covid-19. Porque este pone en riesgo grave la seguridad sanitaria, afecta a un alto porcentaje de la población y acaba con la vida de muchos. Pero el populismo amenaza a todos. Atenta contra los principios que construyen una sociedad y permiten convivir asumiendo las normas y respetando los derechos de los demás. Porque, fuera de la libertad, de la democracia, no existe vida que merezca ser vivida.

El editorial que estoy citando, sobre el ataque al Capitolio, se titula “La hora más oscura”. Es también el de una película (Joe Wright, 2017) que describe un instante decisivo de la Segunda Guerra Mundial: el momento en que parecía que Gran Bretaña iba a rendirse frente a Hitler. Y en esa hora oscura apareció Churchill.

El 13 de mayo de 1940, Winston Churchill habló ante los Comunes: “Me preguntaréis: ¿cuál es tu política? Os contestaré: hacer la guerra en el mar, en la tierra, en el aire, hacerla con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra energía, que Dios nos aumentará. Hacerla contra una monstruosa tiranía nunca antes superada en el sombrío y lamentable catálogo de los crímenes humanos. Esa es mi política”.

 

Y el 18 de junio, al mes de haber tomado posesión como primer ministro, pronunció uno de los discursos más emotivos y trascendentes de su carrera. En esa hora oscura, convocó a todos los británicos a enfrentarse a la Alemania nazi, que cuatro días antes había llegado a París. La intervención de Churchill, que cambió la historia de Europa y del mundo, se conoció como “This was their finest hour” (Esta fue su mejor hora).

Visto lo ocurrido en Washington, seguramente estas son también horas negras para todos. Pero no hay que olvidar que la hora más oscura de la noche es la que precede al alba.

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