¡Chapeau, Majestad!
Yo esperaba que se produjera un arranque como el de ayer. Es decir, que el rey se pronunciara pública y claramente sobre el penoso suceso de la cacería en Botsuana. Y ha ocurrido. Y sin mucho tardar.
“Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”. Son tres afirmaciones diáfanas. Reconoce que no lo hizo bien. Lo lamenta. Y se compromete a que algo semejante no vuelva a producirse.
La imagen de don Juan Carlos dando la cara, esas frases escuetas pero rotundas, le honran como persona y como miembro de la Familia Real, y vuelven a acreditarle como político de raza que siempre ha sido.
El rey es persona con un profundo instinto político, demostrado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia reciente de este país y de la monarquía. Y ahora lo ha puesto en práctica de nuevo.
Era muy consciente del error cometido, pero más aún del sobresalto causado entre los españoles y de las pésimas consecuencias que podía tener para la Institución, y de rebote para el país mismo.
Y conocía bien la oleada de críticas que ha suscitado, algunas en esta misma columna.
Incluso no ha faltado quien planteara la utilidad de la monarquía y hasta su pervivencia.
A la vista de todo eso, don Juan Carlos ha reconocido el fallo, se ha disculpado y prometido que no volverá a ocurrir.
Yo, personalmente, me creo las tres cosas.
Imagino que decirlo públicamente no ha tenido que ser plato de gusto para él.
Un gesto así, de valentía, no recuerdo haberlo visto ni escuchado a ningún personaje público en este país, a ningún nivel.
Así que, por todo ello, ¡Chapeau, Majestad!