Conspiración contra la monarquía

He de confesar que siempre me ha costado creer en las conspiraciones, aunque, como suele decirse, haberlas, haylas. Pero muchas menos, y desde luego menos complejas, de lo que algunos pueden imaginar.

Dicho lo cual, admito que llevo una días planteándome una cruda pregunta: ¿existe en España en estos momentos una conspiración (con todas las letras) para acabar con la monarquía?

Porque están acaeciendo cosas que ya parecen algo más que casualidades y coincidencias. Prácticamente no hay día en la que no nos desayunemos con alguna iniciativa, información o revelación, en la línea de desacreditar a la institución o a quienes la encarnan.

Lo último, por ahora, es ese libro que se anuncia sobre la princesa de Asturias, de un primo suyo, abogado, que actuó como tal para Letizia Ortiz y que ahora desvela detalles ocultos de los encargos recibidos y trabajos presuntamente realizados, en materias altamente delicadas. Pero no voy a darle más aire.

Por cierto, que a ese respecto se me plantea una pregunta: ¿la revelación de secreto profesional no constituye delito, o algo parecido? ¿El Colegio de Abogados, en su caso, no tendría algo que decir?

Volviendo al principio, uno de los escollos que estoy encontrando, para concluir definitivamente que sí, que asistimos a una encubierta conspiración contra la monarquía, es que no acabo de imaginar quién puede ser el inductor, el cerebro en la sombra, el promotor de la campaña.

¿Un periódico concreto? No lo veo. ¿Una formación política de inspiración republicana? Tampoco. Por supuesto que en esos casos existen acciones sucesivas criticando y atacando a la monarquía, pero no creo que sean los cerebros de ‘todo’ el conjunto, y además con ofensivas tan distintas y variadas.

Cierto es que los enemigos de la monarquía aparecen en varios ámbitos. En la prensa, como he dicho; en partidos republicanos, por supuesto; pero también entre determinados independentismos, por ejemplo vasco y catalán, que perciben la figura del rey como un fuerte obstáculo para sus fines, puesto que conocen los planteamientos de patriotismo español tradicional en la dinastía, y concretamente de don Juan Carlos.

¿Podría haber detrás de la presunta conspiración un determinado servicio de información, no español por supuesto, que mueva hilos en la sombra y sin que se conozca su verdadero protagonismo? Sin duda, pueden existir (y por lo visto existen) gobiernos extranjeros interesados en desestabilizar este país, por oscuros intereses, políticos, económicos, estratégicos… Y la monarquía ha sido un elemento de estabilidad durante muchas décadas.

 

A ese propósito, no olvido el comentario de un conocido político socialista, hombre sensato y bien informado, hablando de que la corona española es uno los impedimentos, y un bastión de resistencia, en contenciosos como por ejemplo Gibraltar. Y por tanto cualquier merma de su prestigio rebajaría ese protagonismo y debilitaría resistencias dentro de España. Es, por cierto, la primera vez que me refiero a esta cuestión, que por otro lado tampoco me parece descabellada.

Quiero aludir también, porque creo que constituye un sumando en lo que estamos viendo, al instinto cainita que a veces muestra este país. Una obsesión fanática, un arranque de envidia, cuando no de odio destructor, que se desata en ocasiones y que se propone destruir ideas, instituciones y personas desde el irracionalismo de hacer daño por hacer daño, de derribar a alguien porque está más arriba, o sólo porque es distinto.

Al mismo tiempo, he de constatar que la corona se ha dormido en los laureles durante muchos años. Ha vivido parapetada en los secretos y los silencios, más bien a la defensiva, confiada es que sus servicios al país bastaban para mantenerse por encima del bien y del mal, sin que nadie les preguntara o cuestionara nada.

El problema es que algunos de esos servicios, como fue su liderazgo para traer la democracia a España, o el desmontaje del golpe del 23-F, son logros de un pasado cada vez más lejano, cuyo recuerdo se esta desvaneciendo. Y que hoy tenemos un país muy distinto, con unas jóvenes generaciones que apenas han oído hablar de personajes como Adolfo Suárez, pero mucho menos aún de un general llamado Francisco Franco.

A la monarquía le ha faltado iniciativa, ir por delante, anticiparse, en lugar de marchar cansinamente a remolque de las demandas ciudadanas y por tanto dando la sensación de constituir una rémora, cuando no una antigualla.

Por ejemplo, ha faltado hacer ‘pedagogía’ de la institución, de los porqués de su existencia en España, de sus virtualidades presentes (que las tiene). Una tarea de fondo, de corto, medio y largo plazo, que destaque sus ventajas y que responda también a sus desventajas.

Y, por supuesto, en algunos de sus principales protagonistas ha faltado, no sólo ejemplaridad (que por supuesto), sino más aún sentido común. Que no se sabe qué es peor.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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