José Apezarena

¿Debe Pablo Casado seguir en solitario o le conviene pactar con Soraya?

Celebrada la primera fase de las primarias en el Partido Popular, dos nombres se disputan el liderazgo del partido, y con ello la candidatura a la presidencia del Gobierno.

De los dos, Soraya Sáenz de Santamaría está proponiendo, de cara al congreso extraordinario, una candidatura de unidad. Por supuesto con ella en primera posición y Pablo Casado segundo.

Incluso se agarra al argumento de que el PP siempre ha promovido que gobierne la lista más votada.

Lo que ocurre es que, en realidad, ella ha sido la más votada pero solo en primera instancia, porque falta la segunda ronda. Y no se sabe qué puede ocurrir entonces, cuando quienes se pronuncien sean los compromisarios. Un momento, por cierto, para que, aquellos que estaban con María Teresa de Cospedal, ahora descartada, puedan tener la idea de respaldar a Pablo Casado y con ello darle la victoria.

Con la propuesta de llegar unidos al congreso extraordinario, Soraya ha ofrecido a su rival nombrarle secretario general del partido, asumiendo ella la presidencia.

Por el momento, Pablo Casado se mantiene en la idea de pelear hasta el final, es decir, de mantener su apuesta hasta la votación definitiva, el 20 y 21 de julio.

Y, antes, sigue planteando la celebración de una cara a cara entre los dos, televisado. Algo que, por lo visto, a Soraya no le hace mucha gracia: argumenta que los debates se dan entre enemigos ideológicos, algo que no ocurriría en este caso.

Pablo Casado seguramente estará valorando que, si persiste en mantener la candidatura, habrá un congreso del PP partido, con dos facciones. Lo nunca visto. Aunque, la verdad, alguna vez tiene que ocurrir.

 Y sabe que, en ese caso, cualquiera de los dos que gane dejará a la otra parte herida, e incluso con deseos de venganza. ¿Puede permitirse que le puedan acusar de fracturar el partido? Y será mucho peor aún si pierde.

 

Casado, dada su juventud, cuenta con mucho tiempo por delante. Quizá podría esperar a mejor ocasión. Ya la segunda plaza en las primarias, a escasa distancia de Soraya, constituye un muy buen resultado. Sin embargo, en política hay trenes que solamente pasan una vez. Y este puede ser el único que esté en su mano tomar.

Si acepta la propuesta de unidad, convirtiéndose en número dos de su rival, podría, por ejemplo pactar la presidencia del PP de Madrid y la candidatura a la Asamblea, de forma que, si ganara la comunidad (y tiene buenas encuestas), se convertiría en un barón regional fuerte, vencedor de elecciones, lo que constituiría un espléndido aval para el futuro.

En ese pacto con Sáenz de Santamaría, puede incluso amarrar que, si el PP vuelve a gobernar tras las próximas elecciones generales, a él le corresponda la vicepresidencia del Gobierno. Y que, si no ocurriera así, si el partido con Soraya queda en la oposición, él se convierta en la alternativa para las siguientes generales como primero de lista y candidato a La Moncloa.

Muchos condicionantes debe de estar manejando Pablo Casado. Y, como fondo, esa consideración de que, en política, los trenes pasan cuando pasan. Y también de que, si fuera derrotado en el congreso extraordinario, desde luego Sáenz de Santamaría seguramente no le perdonará. Pero también, que si ella no alcanzara la presidencia del Gobierno, siempre podrá quedar él como alternativa.

¿Debe seguir en solitario o debe pactar? No me atrevo a concluir de forma contundente. Aunque, ¿por qué no decirlo?, me apetecería la opción de un congreso del Partido Popular con dos candidatos. Incluyendo la batalla previa que se daría entre Soraya y Pablo Casado.

Ella tiene muchísimas tablas y una preparación evidente. Y podría tener a su favor la pulsión feminista. Él maneja bien los argumentos y, sobre todo, representa una renovación a fondo en un Partido Popular lastrado por la corrupción de los anteriores y actuales regidores.

Quizá la clave final esté en el cuidadoso recuento que una y otro vienen realizando sobre los alineamientos de los compromisarios. Si Pablo Casado llega a la conclusión de que la contabilidad le favorece, parece más que evidente que mantendrá sus opciones hasta el fin. Y si ve que no, a lo mejor decide también competir a pesar de todo.

En fin. Desde mi punto de vista, sigo sin tener claro qué es lo que puede o debe hacer. Unos argumentos y otros me parecen válidos.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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