José Apezarena

Delincuentes en el Congreso

Pablo Iglesias lo tenía perfectamente medido. No en vano ha estudiado y practicado el teatro, y se le da bastante bien la gestualidad y el dominio de las situaciones. Quería provocar el escándalo, sabía como hacerlo y lo hizo.

En su primera intervención durante el debate de investidura de ayer, a punto de terminar, pronunció la frase que tenía pensada: “Hay más delincuentes potenciales en esta Cámara que fuera”. Como era previsible, se montó la mundial en los escaños, sobre todo del Partido Popular. Iglesias había conseguido lo que buscaba: protagonismo. Y armar jaleo.

Retador, el líder de Podemos fue un poco más allá, añadiendo que los diputados que pidieran turno de palabra para responder por alusiones, se significarían ellos mismos como delincuentes. ¡Bien pensado!

No hubo respuesta hasta la tarde, cuando Rafael Hernando acusó a Pablo Iglesias de "usar el nombre de España para venderse a dictadores". Pablo Iglesias pidió la palabra por alusiones, Ana Pastor no se la dio, y los diputados de Podemos abandonaron el hemiciclo bastante ruidosamente. Otro espectáculo, aunque este no lo tenían previsto.   

El problema es que, con actuaciones semejantes, con salidas de tono y desplantes para la galería, el líder de Podemos está asentando y consolidando una imagen de activista de asamblea universitaria, de agitador callejero, hasta de provocador, pero no de personaje con enjundia política.

La pregunta es a quién se dirige Pablo Iglesias con esa estrategia, a quién desea conquistar con actuaciones así. Porque un gran porcentaje de españoles reprueban tales actitudes y, como consecuencia, difícilmente le van a comprar sus mensajes.

Hay que deducir que el líder de Podemos está pensando en su parroquia. En los entornos marginales y radicales de Podemos y asimilados. Puede ser que con ese personal vaya consiguiendo algo. Pero lo que parece seguro es que, así, cada día se aleja más de la posibilidad de convertirse un día en el gobernante que demanda el país.

Anduvo acertado Albert Rivera en su intervención, cuando preguntó a los diputados de Podemos qué pretenden hacer exactamente con su presencia en el Congreso. Para qué están en la Cámara. ¿Quieren trabajar, quieren negociar, quieran aportar algo algo, quieren aprobar reformas?

De las actitudes y comportamientos de los podemitas hasta hoy cabría responder que no. Y, así, van a desaprovechar una oportunidad única, que tal vez jamás se repita: la posibilidad de condicionar en serio al Gobierno en minoría que va a salir de la actual composición de la Cámara, y con ello de forzar cambios y reformas de calado.

 

Pero, por lo visto, ese no es el objetivo ni el propósito de Podemos. Por lo visto seguirán armando la escandalera, buscando la provocación y el espectáculo.

Cuando los humoristas permanecen demasiado tiempo en cartel, se desgastan. Los chistes y gags acaban resultando previsibles y aburridos. Es lo que empieza a pasarles a Pablo Iglesias y a su partido.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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