José Apezarena

Elecciones, a ser posible todos los días

La coyuntura más agradable para los ciudadanos es, sin duda, la etapa inmediatamente anterior a una convocatoria electoral, de cualquier clase.

Si se trata de la presidencia y junta directiva de un club de fútbol, por ejemplo, los candidatos se dedican a anunciar fichajes a cuál más galáctico, que es, por citar un caso muy actual, lo que estamos contemplando ahora en el Fútbol Club Barcelona. O bien a prometer rebajas en las cuotas, a garantizar ascensos, la consecución de títulos, nuevos estadios…

Si lo que se dirime en el decanato de una facultad o el rectorado de una universidad, los contendientes se les arreglan para ofrecer mejoras de retribución al profesorado, nuevos laboratorios, más bolsas de estudio para los alumnos...

En vísperas de unas elecciones municipales, el equipo de gobierno se afana por arreglar esos baches que parecían formar parte consustancial del paisaje, en pintar los pasos de cebra, limpiar semáforos y farolas, podar árboles y hasta prometer un programa de fiestas de nivel hollywoodense o poco menos.

¿Y cuando los comicios son para gobernar el país? Aparecen operaciones de imagen, más o menos sofisticadas, como la bandera de España que arropó a Pedro Sánchez, o como el nuevo anagrama del Partido Popular presentado en la Conferencia Política este fin de semana .

Asistimos entonces a una febril competición de propuestas y promesas, a ver quien la dice más gorda, entre el Gobierno y los partidos que aspiran a serlo. Aunque, lógicamente con la salvedad, no pequeña, de que quienes todavía ocupan el poder tienen a su disposición nada menos que el Boletín Oficial del Estado.

El BOE lo aguanta todo, pero mucho más en vísperas electorales. Se publican decretos, normativas y reglamentos a discreción, sobre los que no existe ninguna seguridad de que un día vayan a aplicarse. Pero, eso sí, son vendidos publicitariamente en ruedas de prensa de consejos de ministros, en comparecencias parlamentarias y en debates televisados.

Hoy tenemos al Gobierno de España en plena carrera de anuncios a la población, incluyendo rebajas de unas cosas, las malas, y subidas de otras, las buenas. En todo caso novedades presuntamente beneficiosas para los españoles. O al menos así lo interpretan quienes mandan. Y el proceso apenas acaba de comenzar.

Cuando todavía estamos a mitad de año, en pleno mes de julio el Gobierno, ha anunciado la rebaja del IRPF, una medida que iba a producirse a finales y que ha puesto patas arriba a todas las gestorías de España, a las que el cambio les ha pillado en plena tarea de confeccionar las nóminas de julio. Existe incluso la posibilidad de que no pueda aplicarse a los sueldos de este mes, entre otras cosas porque cambiar los vigentes sistemas informáticos llevará casi dos semanas.

 

Ha proclamado también el Gobierno que baja el recibo de la luz, una de los facturas sociales con mayor grado de conflictividad en el país. Algunos expertos pronostican, no obstante, que la rebaja quedará eliminada allá por finales de año. O sea, una vez celebradas las elecciones.

Junto a las promesas, los grandes anuncios. Repite y repite el Gobierno que las previsiones económicas siguen al alza en lo que se refiere a la previsión de crecimiento, a la creación de empleo...

Entre promesas de unos y otros, inundados de anuncios benevolentes, en tiempo preelectoral el país, o es ya Jauja, o está a punto de convertirse en Jauja. Y si la realidad es otra, si todo eso no es verdad pero lo parece, tampoco está mal el consuelo. La gente quiere buenas noticias, buenas sensaciones, aunque sean falsas.

Por eso no me extraña que existan quienes hasta desean que haya una elección cada día. Por lo menos.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena


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