José Apezarena

Fallan más que una escopeta de feria

El reciente, o quizá no tan reciente, pasado español vivió con bastante intensidad las ferias populares, uno de los pocos espectáculos y diversiones entonces al alcance del español de a pié. Y, como parte principal de ellas, las barracas.

Entre las casetas abundaban las atracciones de tiro con escopeta de perdigones, diseñadas para, en caso de tener buena puntería, abrir un portezuela por la que aparecía un copita de anís o de coñac, o bien agujerear hasta romper tiras de papel que ataban unos modestos regalos.

Se solían utilizar unas escopetas de aire comprimido tan viejas y castigadas por el uso que lo habitual era marrar el disparo. Y no faltaban ocasiones en que el perdigón acertaba con el botón de la portezuela pero con tan poco fuerza que no aparecía la copa de anís. De repetidas situaciones semejantes nació la frase castiza: "Falla más que una escopeta de feria".

La expresión viene al pelo para describir o calificar las encuestas. Al menos las encuestas electorales.

El último caso se ha vivido en la atormentada Escocia y su fallido intento independentista. Hace un par de años, los sondeos indicaban que los partidarios del no a la separación superaban ampliamente a los que apostaban por el sí, en más de veinte puntos.

Y resulta que, a solo una semana de la cita con las urnas, las mismas encuestas anunciaron por sorpresa que la diferencia entre las dos posturas habían desaparecido: que existía un empate, y que hasta podía ocurrir que los separatistas vencieran.

Ese pronóstico dio origen a un ataque de nervios en el gobierno del conservador David Cameron, lo mismo que en los otros dos partidos, que se pusieron en marcha casi a la desesperada para intentar evitar la catástrofe.

Así que, de veinte puntos de ventaja se había pasado al empate, e incluso a la derrota. Parece un cambio demasiado brusco. Si estas segundas encuestas estaban bien hechas, ¿lo estaban las primeras, con esos resultados tan distintos?

Alguno podría argumentar que una cosa y la otra eran correctas. Y que la causa del nuevo veredicto, el empate, venía simplemente de que, poco a poco, los escoceses se habían convencido de que les convenía la independencia.

 

Vale. Si apostamos por la fiabilidad de los sondeos de última hora, es decir, si se da credibilidad al panorama que anunciaban, entonces ¿por qué el resultado no fue empate alguno, sino que arrojó una distancia de diez puntos de los contrarios a la secesión sobre los partidarios?

Estoy seguro de que los sociólogos habrán aportado ahora, a posteriori, argumentos sesudos que justificarán qué ha pasado para haberse producido tal vuelco. Y seguramente serán cosas razonables y lógicas.

Pero, entonces, ¿para qué sirven las encuestas, si en realidad no predicen un resultado, si al final lo que sale es otra cosa bien distinta? La conclusión es que fallan más que una escopeta de feria.

Tengo amigos muy expertos en demoscopia que se enfadarán con la afirmación. Y su respuesta será: es que esas encuestas que fallan están mal hechas.

Vale. ¿Y cómo sabemos cuáles están bien, y cuáles mal hechas y por tanto han de fallar? ¿Quién proporciona el certificado de fiabilidad? Porque aún no he visto a ningún experto señalar con el dedo, públicamente, a quienes por lo que parece manipulan, tergiversan, inventan... o simplemente hacen mal su trabajo.

En fin. A falta de semejante prueba del algodón, me mantengo en la tesis inicial: fallan más que una escopeta de feria. Los hechos son los hechos.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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