Incendio en el CIS

La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas resulta casi demoledora. Para el PSOE y para su candidato, por supuesto.

No tanto por los 16 puntos de distancia que otorga al PP, y esa una horquilla de 190 a 195 diputados, sino sobre todo por el varapalo tremendo que supone para los socialistas.

Situar la intención de voto al PSOE por debajo del 30% es un hito que no recuerdan ni los más viejos. Se está produciendo una espectacular sangría.

No pocos malintencionados atribuyen al CIS una intención oculta, y hasta malévola, difundiendo esos datos tan escandalosos: aterrorizar al electorado socialista y así movilizarle para que acuda a las urnas. Y, a la vez, proporcionar a los votantes del PP tal sensación de victoria segura que se descuiden y confíen, y el día 20 se ‘olviden’ de depositar la papeleta.

La primera parte es el mensaje que ha ‘entendido’, por ejemplo, Soraya Rodríguez, número uno por Valladolid, cuando ha comentado que “la encuesta del CIS nos pone las pilas”.

Si tal ha sido la maniobra, el CIS juega con fuego. Porque, a la vista del derrumbe que pronostica, lo que pueda pasar es que los votantes del PSOE den definitivamente por perdida la partida, y se queden en casa.

Al mismo tiempo, la euforia del cambio puede seguir operando en el otro lado del espectro, y cabe que la convicción de que se avecina un ‘paseo militar’ anime a otros más a sumarse a la marea victoriosa.

Dicho lo cual, lo perverso de todas estas hipótesis es que en este país son muy pocos los que confían en el CIS y en sus encuestas. Y peor aún es que se lo ha ganado a pulso.

Ha jugado tanto con fuego, en tantas ocasiones, que está abrasado.

 
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