José Apezarena

Pablo Iglesias ya no es un guerrillero

Pablo Iglesias sigue reconstruyendo su propia imagen de cara a la cita electoral del domingo, y también para su objetivo de convertirse en presidente del Gobierno, ahora, o en el futuro inmediato. Cree que lo tiene al alcance de la mano.

Con tal finalidad, ha emprendido una intensa tarea de rectificaciones, reformulaciones y negaciones, que afectan a su perfil personal, profesional, ideológico, de talante y hasta de apariencia y vestimenta.

Lo último ha sido el desmarque de Podemos, y por tanto de su líder, respecto a la llamada "Guerrilla", el grupo de activistas en Internet que, tal como se ha revelado en estas páginas, promueven, fomentan, empujan y animan reacciones y movidas en las redes sociales. La dirección del partido dice ahora que no tienen nada que ver con ese club de fans.

Fueron los "guerrilleros", por ejemplo, quienes circularon las imágenes de Pedro Sánchez limpiándose las manos tras saludar a unas personas de raza negra y que motivaron las acusaciones de racismo al líder socialista. Pablo Iglesias, no solamente no se reconoce ahora uno de esos activistas, sino que declaró públicamente que no comparte la imputación a Pedro Sánchez.

El líder de Podemos colecciona esta última temporada buen número de quiebros y rectificados respecto a los que decía, hacía o promovía hace muy poco. Ha aparecido, por así decirlo, un nuevo Pablo Iglesias. Al menos externamente.

Por ejemplo, criticó expresamente el ataque perpetrado a la capilla de la Universidad Autónoma de Madrid. Que por cierto, recuerda muy mucho al episodio nudista de la actual portavoz en el Ayuntamiento, Rita Maestre. Es que, si lo hubiera protagonizado ahora, no hay duda de que su jefe de filas le habría criticado. Pero son otros tiempos.

Otro episodio del proceso de maquillaje es que se ha distanciado del comunismo, su ideología primera y su credo iniciático. Cuando le preguntan en público si sigue siendo comunista, elude la respuesta. Incluso ha opinado que el comunismo no es ahora la solución. Y menos aún para España.

Un renuncio muy parecido al que ha formulado respecto al chavismo bolivariano. Ahora critica la situación social que vive Venezuela y reconoce que allí se han "cometido errores".

Iglesias ya no descalifica a los otros partidos llamándoles "casta". Y ha pedido perdón por sacar a la palestra las manos manchadas de cal de Felipe González. Afirma que se equivocó con esa actuación en el Congreso.

 

En su día defendió el "control social" de los medios de comunicación, y llegó a afirmar que "todos los medios son el enemigo". Respecto a lo primero, hoy matiza que se refiere a los medios públicos. En cuanto a lo segundo, ha comentado: "Me equivoqué, no lo mantengo".

Rectificó, por supuesto, sobre el ataque en público contra un redactor de El Mundo: "Fue un error", reconoció.

Y, a propósito de cambio de tercio, cuando la coalición no era viable dijo que la alianza de Podemos e Izquierda no sumaba electoralmente. Era el típico verdes las han pintado.

Otra manifestación del nuevo estilo que pretende para sí y para su formación política es, por ejemplo, cómo actúa el servicio de orden de Podemos a la hora de impedir incidentes y altercados en sus mítines y concentraciones. La norma básica es la no violencia: dialogar con los adversarios, y en todo caso la simple interposición física, por acumulación de personas, para distanciar a los alborotadores, como se muestra en el vídeo que ayer publicó ECD.

¿Qué ocurre? Simplemente, que Pablo Iglesias quiere ganar las elecciones. Para lo cual, está dando un completa lección de pragmatismo. Un nuevo detalle: cada día se le ve más luciendo una prenda impensable hace solo un año, la corbata.

Y, sorprendentemente, todo eso, los cambios, los guiños, los regates, las rectificaciones, las contradicciones, siendo tantas, no están dañando su imagen ni le quitan credibilidad. Al menos por ahora.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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