Podemos les desea feliz Navidad

Hace pocos días, en uno de los pasos elevados de peatones que cruzan el final del paseo de La Castellana, pasados los túneles de Plaza de Castilla, apareció un cartel de Podemos que felicitaba la Navidad a los automovilistas que circulan por esa vía madrileña.

Fue, la verdad, una sorpresa. Que el partido antisistema y combativamente laico tuviera tamaña ocurrencia resultaba una novedad. Parecía una especie de concesión a los pobres burgueses, a los alienados y prisioneros de los convencionalismos retrógrados.

Ese cartel, la verdad, no duró mucho. Ya no está. Ha sido sustituido por otro, que no hace referencia alguna a los tiempos navideños.

Sin embargo, aquella fugaz felicitación constituye un síntoma, un cierto símbolo, de las mudanzas que viene protagonizando el partido de Pablo Iglesias. Auténticas o simuladas, ese es otro cantar.

Ya he comentado en otras ocasiones el transformismo del líder de la coleta, con la frase castiza este no es mi Pablo, que me lo han cambiado.

Tan mudado parece, que hasta acudió al Congreso a los actos del Día de la Constitución, y el martes asistió en Canillas al funeral de Estado por los dos policías nacionales muertos en el asalto a la embajada española en Kabul. Ojo, dos miembros de los antaño calificados como cuerpos represivos. Baste recordar cómo valoraron desde Podemos los violentos incidentes en la Plaza de Colón, por citar un ejemplo.

Si la conversión es sincera, si ese apeamiento de populismos bolivarianos es real, si ha decidido caminar por la senda de un cierto sentido común, bienvenido sea. A pesar de algunos restos extraños, como la sospechosa amistad con los pro etarras en el País Vasco y Navarra (ahora sus aliados electorales), y la calculada ambigüedad sobre el soberanismo catalán, entre otros.

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