Ruiz-Gallardón, la ‘ley mordaza’ y la historia
Alberto Ruiz-Gallardón ha montado un buen jaleo a propósito de una supuesta ‘ley mordaza’, apuntada durante su intervención en un foro sobre “El papel de los medios durante los procesos penales” organizado por la Asociación de la Prensa.
El ministro de Justicia aludió a los llamados “juicios paralelos”, para decir que es uno de los “puntos neurálgicos” sobre el que hay que adoptar una solución legislativa, puesto que se da un conflicto entre el derecho a la información y el derecho a la tutela judicial efectiva.
Argumentó que sería preocupante que la resolución adoptada por un juez o un jurado popular pueda verse condicionada como consecuencia del prejuicio formado en la opinión pública durante la instrucción sumarial o la celebración del juicio.
Añadió que los medios de comunicación y el sistema judicial se superponen, se influyen, y chocan cuando comprometen el derecho a la presunción de inocencia, que es una condición para que haya un juicio justo, y el derecho a la información, que es un derecho medular en una sociedad avanzada como la española.
Y entonces, aludiendo a la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal o Código Procesal Penal en marcha, dijo que la propuesta de la comisión de expertos prevé dar al juez la facultad de requerir a un medio de comunicación que cese en la publicación de informaciones que comprometan el derecho a un proceso justo o a los derechos fundamentales de los afectados.
Se armó una buena polémica en los medios con ese anuncio del ministro, se habló de ‘ley mordaza’, y Gallardón salió al paso diciendo que no había tal: que no estaba previsto dar a los jueces la posibilidad de prohibir informaciones sobre sumarios y juicios. Menos mal.
En esa misma intervención, el ministro afirmó que “el periodista es un historiador de la realidad diaria cuya primera preocupación es la verdad”. No estoy de acuerdo. No somos historiadores, en el sentido de que contemos el pasado, sino narradores del presente, un presente que, por eso, aún no es historia.
La historia está muerta, terminada. La información se va haciendo minuto a minuto, y por eso nada está contado.
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