San Felipe González

Felipe González ha sido uno de los políticos más importantes de la transición. Él condujo a la modernidad al socialismo salido de la guerra civil, con una renuncia al marxismo y una apuesta por posiciones de centro que le condujeron a la aparatosa victoria de 1982, con una mayoría absoluta que nunca más se ha alcanzado en el país.

Presidente del Gobierno hasta 1996, abandonó el liderazgo del PSOE al ser derrotado por José María Aznar, y tras llegar a la conclusión de que él mismo se había convertido en el problema de su partido.

Ahora, el PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba le ha montado un homenaje, al cumplirse treinta años de aquel primer triunfo en las elecciones generales, un acto en el que poco menos que han beatificado y hasta canonizado el ex presidente.

Por lo visto, el tiempo es capaz de borrarlo todo. Porque en ese homenaje no merecieron ni medio segundo tachones como el GAL (terrorismo de Estado patrocinado desde el Gobierno que él presidía) y los inacabables casos de corrupción (Filesa, Banco de España, Cruz Roja, Boletín Oficial del Estado…). Ni, por descontado la herencia económica que dejó: una España endeuda y en bancarrota. Sin olvidar la fallida sucesión que articuló, con el dedazo en favor de Joaquín Almunia para secretario general

Felipe González merece respeto por la modernización del PSOE, por su patriótica visión de España, y también por algunos hechos destacados de su presidencia, como la gestión del problema militar, la permanencia en la OTAN, el ingreso de España en la Unión Europea… Pero sin olvidar sombras como las arriba citadas. Lo contrario sería engañarnos y engañar a los ciudadanos más jóvenes.

Ningún político lo es. Pero, desde luego, González no es San Felipe.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

 
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