José Apezarena

Sánchez repite con la censura los errores de Pablo Iglesias

Mañana, jueves, comienza en el Congreso el debate de la segunda moción de censura presentada en la legislatura actual, que con ello establece un récord histórico.

La iniciativa de Pedro Sánchez, dirigida a descabalgar al actual presidente, Mariano Rajoy, para colocarse él mismo al frente del Gobierno, presenta las mismas nulas posibilidades de salir adelante que la tramitada el año pasado por el líder de Podemos. Básicamente, porque no tiene asegurados los votos necesarios para ser aprobada, o sea, la mitad más uno de los diputados.

Pablo Iglesias la presentó, en su día, para intentar fortalecer su figura política y acreditarse como posible y futuro presidente del Gobierno. No le valió de mucho, porque en el debate salió trasquilado: en ningún momento puso en dificultades a Rajoy, y él mismo, como autopostulado candidato, se vio sometido a dura crítica por parte de los restantes grupos.

El líder de Podemos perseguía un segundo objetivo: dejar en evidencia al PSOE, presentándolo como cómplice del Gobierno por no apoyar la destitución de Rajoy. Tampoco ese objetivo lo alcanzó.

Iglesias cometió un error de principiante: no haber pactado antes la moción con los otros grupos parlamentarios, que se enteraron por la prensa. Un comportamiento de ese estilo convierte en casi imposible que, después, en una especie de trágala, esos grupos respalden la censura.

En cuanto a Pedro Sánchez, necesita como el comer alguna iniciativa, algún gesto, que frene su derrumbe político, porque él y su partido se encuentran muy de capa caída. Y ha creído que una solución es la actual y súbita moción de censura, que llevaba tiempo preparando, y para la que le ha servido como improvisado disparadero la sentencia de la Gürtel.

Además de su propio enaltecimiento personal como político y como líder, el secretario general del PSOE se ha propuesto un objetivo secundario, aunque también importante: dejar en evidencia a Ciudadanos, poniéndole en la tesitura de, o votar a favor de la moción para descabalgar a Rajoy, o no hacerlo y quedar como sostén y apoyo de un gobernante cercado por la corrupción.

También en este caso la moción viene precedida por errores de bulto. El primero, que Pedro Sánchez no ha consulado a su propio partido la presentación de la censura. Lo cual ha dejado una huella de frustración y enfado en los dirigentes regionales más influyentes que seguramente le pasará factura. Y no muy tarde.

Y, como ocurriera con Pablo Iglesias, tampoco se ha dirigido previamente a los restantes grupos parlamentarios para advertirles de sus intenciones y solicitar apoyos. Una actuación que puede calificarse de suicida. Si a ello se suma que, posteriormente, ha declarado que no piensa hacer concesiones a nadie...

 

La censura esconde un peligro que quienes la presentan deberían valorar un poco más. Ciertamente, el objetivo es derribar al presidente del Gobierno de turno. Pero, por tratarse de una moción constructiva, tiene a la vez otra finalidad: nombrar en su lugar al sustituto. Que, por ello, se ve sometido al examen y escrutinio de todos los grupos parlamentarios. Un debate, un proceso de preguntas, del que puede salir trompicado.

Alguna vez se ha escrito que las mociones de censura se presentan para ganarlas. Sin embargo, ninguna de las tramitadas en España desde el inicio de la transición tenían la menor posibilidad de salir adelante. Tampoco esta. Ni siquiera con un Mariano Rajoy tan acorralado.

La única posible habría sido un pacto previo de casi todos los grupos parlamentarios que garantizara alcanzar la mayoría absoluta requerida. Pero no es eso lo que ahora se ha buscado.

Por si fuera poco, se anuncia una nueva moción: de Pablo Iglesias para provocar el adelanto de las elecciones. Algo que, desde luego, no desea el PNV , pero tampoco el PP y el PSOE. Así que, si la presenta, lo hará sin la menor opción de ganar. Otra más.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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