José Apezarena

Violencia no llama a violencia

Los violentos incidentes de Burgos han sorprendido, por lo inusual de que existan altercados de tan extremo cariz en esa habitualmente pacífica ciudad castellana.

Y han empezado también a inquietar. Porque no faltan quienes quieren ver en esos episodios el inicio del estallido social que algunos pronostican, y hasta desearían, como reacción a la crisis que sufre el país. Sin embargo, pienso que tal predicción es equivocada.

Los actos violentos de Burgos, con rotura de escaparates, destrozos de mobiliario urbano, quema de contenedores e incendios provocados, han suscitado un primer efecto aparentemente beneficioso para los organizadores: el eco, en mi opinión desmesurado, que la protesta ha merecido en los medios informativos, sobre todo en las televisiones.

Desde luego, parece claro que, si no hubieran existido esos grupos incontrolados y agresivos, sin los actos de vandalismo, la movilización en el barrio de Gamonal seguiría sin ser conocida por nadie, mientras que ahora abre los telediarios. O sea, que la violencia parece que acarrea situaciones de ventaja.

Y, sin embargo, la visualización de los ataques y de los destrozos, ha provocado a su vez un efecto negativo, basado en el principio elemental de que el ejercicio de la violencia deslegitima cualquier reclamación, por razonada que sea. A medio plazo, y aun a corto, los desmandes suscitan reacciones de rechazo frente a quienes recurren a tales procedimientos.

La población española es predominantemente pacífica, como lo demuestra precisamente el hecho de que, a pesar de la grave situación que sufre el país, con más de cinco millones de parados, con recortes en sanidad y educación, con subidas de precios en servicios básicos… a pesar de todo el personal aguanta. Y eso, se diga lo que se diga, constituye un valor positivo, incluso aunque de ello traten de aprovecharse los políticos.

Los incidentes de Burgos, lejos de concitar la simpatía hacia las peticiones (seguramente bien fundadas) de los habitantes de Gamonal, lo que provocan en gran parte de la ciudadanía es precisamente lo contrario: rechazo. Nadie está por romper, destrozar e incendiar. Y la prueba es que los propios vecinos intentan ahora impedirlos.

En fin, que yo no creo que violencia atraiga violencia. No en este país. No por ahora. Y, por tanto, no me creo lo del estallido social inminente. Porque, si lo creyera, estaría francamente preocupado. Y con razón.

 
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