El abominable hombre de las nueve

Cuentan que, en tiempos de los llamados ‘tecnócratas’, aquellos ministros técnicos que sacaron a España de la autarquía, uno de ellos tenía la costumbre de llegar al ministerio a muy primera hora de la mañana.

Ese hábito colisionó inmediatamente con las costumbres funcionariales de la época, porque, entre otras cosas, obligaba a que una parte del personal estuviera también en el edificio.

En fin, que por lo visto se le llegó a conocer como “el abominable hombre de las ocho”, porque, sin fallo, a esa hora llegaba al ministerio.

Me dicen que Mariano Rajoy se ha convertido en una especie de “abominable hombre de las nueve”, porque, desde que ganó las elecciones, todos los días se incorpora a su despacho a esa temprana hora.

Y que se encierra allí a trabajar, estudiar papeles, hablar con colaboradores y recibir gente, incluyendo, como se ha contado, a los grandes empresarios y banqueros.

No es para menos. Porque lo que le espera es un desafío imponente. Se entiende que, la misma noche de la victoria, cuando todos a su lado celebraban el éxito, él comentase: “No es momento para fiestas. El país no está para fiestas”.

En efecto. El país está para que todos nos pongamos a trabajar. Y él, el futuro presidente, el primero y el que más.

 
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