José Apezarena

Los asesinos de la Navidad

Se acerca la Navidad y, como si fuera una fatídica maldición del calendario, llegan en tropel sus detractores, todos ellos dispuestos a matar la maléfica tradición cristiana, so pena de no ser progresistas. Llega la Navidad y con ella, como en el anuncio, vienen a casa los fastidiosos justicieros de la laicidad.

No son palabras mías. Están tomadas, literalmente, de un artículo que acaba de publicar Pilar Rahola en La Vanguardia, titulado "Matar la Navidad".

"Proliferan -escribe- los comentarios contra la tradición católica en las esquinas de lo público, se guillotina al pesebre con “innovaciones” que parecen engendros infumables, y los hay que aseguran que la Navidad es un atentado a la multiculturalidad".

Rahola, que en el artículo se confiesa "agnóstica, de tradición católica", y que añade que esa dualidad no sólo no es incongruente sino que le completa como persona, sale en defensa del pesebre, los pastores, los villancicos tradicionales y la gran fiesta familiar que palpita alrededor de la Navidad.

"Primero, porque dos mil años de cultura no se pueden tirar por la borda por decreto, ni se puede jugar con las tradiciones ancestrales con tanta frivolidad. Si algo ha demostrado nuestro siglo es que se puede ser creyente, agnóstico, ateo o seguidor del culto a la col, pero ello no impide celebrar unas fiestas ancestrales que conforman el ADN de nuestra identidad colectiva".

Añade que "el espíritu católico que encierra la Navidad, más allá de su trascendencia religiosa, es un compendio de valores civiles que sería bueno que nos inspiraran un poco más. ¿Dónde está la maldad de apelar al amor, a la empatía con el prójimo, al compromiso social, a la familia? Muy al contrario, parecen valores muy necesarios en plena crisis social, pero los hay que defienden el proselitismo político pero no aceptan los altos ideales del legado cristiano".

Habla de la defensa de la identidad católica como clavo ardiente al que cogernos, en estos tiempos tan confusos. "Si destruimos alegremente todas nuestras identidades, sin tener ninguna red que nos proteja, nos quedaremos a la intemperie y ni sabremos de dónde venimos ni quiénes somos".

Las críticas a los abusos históricos de la Iglesia, en tanto que poder establecido, son pertinentes y necesarias, pero ello no tiene nada que ver con el menosprecio sistemático a las tradiciones católicas, afirma.

La Navidad -concluye Pilar Rahola- no sólo es una fiesta religiosa. "Es también un homenaje a la familia y a los valores que engloba. De manera que, si me permiten, que saquen sus patas de la Navidad todos estos justicieros. Y, por favor, dejen de asustar a los niños con esos engendros de pesebre".

 

Creo que tiene bastante razón. Por eso me hago eco de un artículo lleno de sentido común, escrito sin complejos.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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