Mi conflictivo voto por correo

Ayer voté. Lo hice por correo. Y, la verdad, con no pocas dificultades, y casi por los pelos porque era el último día hábil.

Una semana antes, había tramitado la solicitud, en la confianza de que los documentos me llegarían, como mucho, en dos días. Al fin y al cabo, éste es un país avanzado, informatizado y tecnificado. Pero no ha ocurrido así.

Llegó el envío de la junta electoral el martes, día 15. Como no estaba en casa (me encontraba trabajando) me dejaron un aviso para que acudiera personalmente.

Ayer, miércoles, 16 de noviembre, último día para mandar las papeletas, me personé a primera hora en la oficina de Correos, que, por cierto, no era la que utilicé en la primera solicitud.

Había una notable cola de gente, la mayoría con el mismo objetivo: poder votar.

El personal que atendía no discriminaba entre qué pretendía uno u otro de los que aguardaban. Así, a pesar de las prisas ‘electorales’, se entremezclaron giros, retirada de correspondencia, certificados para otros menesteres…

Uno de los que me antecedió se encontró con que, a pesar de la notificación, no encontraron el envío de la junta electoral. “Yo no tengo la culpa. No somos perfectos. Tenemos fallos”, argumentaba la funcionaria. “Tampoco tengo yo la culpa”, replicaba el ciudadano.

La empleada de Correos protestó porque, según dijo, tenían que despachar la correspondencia electoral en unos pocos días y no habían recibido refuerzos.

Cuando por fin me tocó turno, me entregaron el sobre, pero me dijeron que no podía depositar allí el voto. Tenía que acudir a otra oficina de Correos distinta. Desconozco el motivo de ese cambio de locales, a otro de Correos, algo que en principio parecería innecesario.

 

Traslado hasta la segunda oficina. Y allí, de nuevo cola para enviar las papeletas en el sobre correspondiente.

Y es que ayer, último día para entregar el voto por correo, hubo colas y retrasos en numerosas dependencias de Correo. Según confirmaron los sindicatos, no se había procedido a un refuerzo de personal.

Ante los muchos problemas para votar, durante la mañana llegó a plantearse prorrogar hasta hoy, jueves, la posibilidad de enviar las papeletas, algo que se ha aplicado en ocasiones anteriores. Esta vez no se ha hecho.

La Junta Electoral Central confirma que se han enviado todas las solicitudes. Correos admite que ha entregado la documentación al 87% de los que han demandado el voto a distancia. O sea, que hay un 13% que no. Se calcula que más de 90.000 ciudadanos han quedado excluidos. No está mal.

El ministro Caamaño reconoció ayer sentirse “preocupado” por los problemas con el voto por correo. Pero no se procedió a ampliar el plazo un día más.

Algún malicioso ha querido ver en lo ocurrido una maniobra torticera del Gobierno, no se sabe con qué propósito oculto. A lo mejor no llega a tanto, y sólo ha sido simple incompetencia.

Por lo visto, este Gobierno va a despedirse con una chapuza más.

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