José Apezarena

¡Tantos crímenes cometidos en nombre de la libertad!

La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha afirmado que los escritos de varios de sus concejales, que daban por supuesto que la Policía Municipal estaba implicada en la muerte del mantero senegalés, son "libertad de expresión".

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de fallar que quemar fotos de los reyes está amparado por la libertad de expresión, y ha condenado al Estado español a indemnizar a dos independentistas, condenados a pena de cárcel por injurias a la Corona tras haber prendido fuego a una imagen de la familia real. Se les deberá abonar 7.200 euros a cada uno.

Los independentistas catalanes lo celebraron sobre la marcha, quemando más fotografías y carteles de la familia real.

Algunas veces me pregunto si esos jueces (entre otros, los de Estrasburgo) tendrían la misma opinión si el objeto de algunos actos fueran ellos mismos. Por ejemplo, si quemaran sus efigies en las calles.

Porque a veces la judicatura se pone algo puntillosa. Baste recordar el procesamiento en 1985 de Pedro Pacheco, entonces alcalde de Jerez, por desacato, tras haber afirmado que "la justicia es un cachondeo", frase que hizo fortuna.

Un Juzgado de Instrucción incoó sumario, y fue condenado por la Audiencia Territorial de Sevilla a dos meses de arresto mayor, multa de dieciséis días e inhabilitación de seis años y un día. Tres años después, en 1988, el Supremo lo absolvió, por considerar que había hecho una "crítica política". Pero los magistrados de Jerez y de Sevilla no se lo habían tomado muy bien.

En mi opinión, quemar fotos del rey no es libertad de expresión. Como tampoco relacionar, en falso, a la Policía Municipal con la muerte del mantero de Lavapiés. Ni los escraches a las puertas de las casas. Ni despelotarse en el interior de una iglesia.

El espectáculo de los titiriteros ensalzando a ETA en una representación infantil no es libertad de expresión. Ni algunas caricaturas de Charlie Hebdo, o de El Jueves en España. Los insultos de Willy Toledo a Dios y a la Virgen tampoco son libertad de expresión. Y así seguiríamos.

El día de su ejecución, Marie-Jeanne Roland de la Platiere, al encontrarse ante la estatua de la Libertad, colocada justo enfrente de la guillotina, pronunció unas palabras que se ha hecho famosas y han quedado para la historia: “¡Oh libertadcuántos crímenes se cometen en tu nombre!”.

 

Esposa de Jean Marie Roland, un importante revolucionario francés de la Gironda (es decir, el grupo más moderado dentro de la facción revolucionaria), madame Roland había apoyado apasionadamente la Revolución Francesa, esa que estaba a punto de acabar con su vida.

La libertad de expresión es un derecho democrático básico, que hay que defender con fortaleza. Y, a la vez, ¡cuántos atropellos injustos se producen bajo ese manto de la libertad de expresión! Precisamente para protegerla, habría que poner coto a tantos desmanes. Sin complejos.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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