José Apezarena

Un debate que servirá para muy poco

Los asesores de campaña de PP y PSOE diseñaron el cara a cara de ayer, entre sus dos candidatos, de una manera tan reglamentada que resultó un debate excesivamente encorsetado, y en esa misma medida mermado de interés.

Fijar de antemano bloques temáticos inamovibles excluyendo cualquier improvisación, reducir el tiempo de cada intervención sin admitir intercambios inesperados de ideas ni enfrentamientos dialécticos espontáneos, convierten el acontecimiento en una sucesión inconexa de asuntos, todos ellos abordados de forma demasiado superficial, y desde luego propicios para el eslogan pero no para la explicación. Como así ocurrió.

En cuanto a cómo se comportaron los protagonistas, Elena Valenciano y Miguel Arias Cañete, voy a intentar trasladar las sensaciones que percibí durante el debate. Con todo los riesgos que suponen las primeras impresiones.

Elena Valenciano llevó la iniciativa en muchas ocasiones y Arias Cañete pareció entonces ir a remolque. La candidata socialista demostró tener algunas tablas más: miraba directamente a la cámara (y por tanto a los espectadores), mientras que su contrincante le hablaba sobre todo a ella y no a la audiencia.

Como era de esperar, Valenciano jugó a fondo su condición de mujer, apeló a las mujeres (sueldos más bajos, maltrato), y se apoyó en el aborto diciendo que esa materia la única que tiene decisión es la mujer. Arias Cañete trató de vender lo que mejor domina, es decir la política agrícola y la pesca.

Valenciano lanzó acusaciones de fondo, en la línea de que el PP tiene una relación difícil con la libertad, de que defiende a unos pocos, del escaso interés por perseguir el fraude fiscal…

Y seguramente logró su objetivo, distraer de los argumentos de su rival, con continuos comentarios en voz baja mientras hablaba Cañete, en la línea de “eso no es verdad” y de risos y expresiones de incredulidad, que se escuchaban por debajo. El candidato popular, por su parte, exhibió pequeños cuadros con datos para visualizar sus explicaciones.

Arias Cañete echó en cara a los socialistas que ‘compraran’ a otros por acoger la contaminación que produce este país, y que convirtieran a España en una isla energética, con los precios más elevados de Europa. Insistió en los 3,3 millones de parados que creó el Gobierno de Zapatero y en que dejó España al borde de tener que ser rescatada. Argumentó que, por el contrario, ahora la economía ha empezado a crecer y se está creando empleo, pero no insistió demasiado en ello.

Valenciano utilizó un lenguaje llano y directo, más efectista. Corrigió, por ejemplo, a su rival explicándole que no se dice “discapacitados” sino “personas con discapacidad. Arias Cañete habló demasiado deprisa, apremiado por el deseo de desgranar los muchos datos que manejaba, y mostrando así un cierto aire tecnócrata.

 

Y Europa fue en realidad un asunto secundario. Elena Valenciano argumentó en la acción del actual del Gobierno, insistiendo en los recortes de todo tipo, mientras el candidato del PP recurrió a la herencia que dejó Rodríguez Zapatero.

Quienes escucharon anoche el debate desde una de las dos posiciones en litigio, seguramente sacaron la conclusión de que su candidato ha ganado el pulso.

A pesar de los temores de los directores de campaña, tradicionalmente los debates suelen tener escasa eficacia práctica en relación con la intención de voto. Pero, a la vista de lo ocurrido ayer, se puede concluir sin riesgo a equivocarse que van a ser pocos, muy pocos, los españoles que por el cara a cara de anoche vayan a cambiar su voluntad.

Dicho lo cual, y con todas las reservas expresadas, mejor es que estos enfrentamientos se celebren, aunque su eficacia pueda ser escasa, a que no los haya.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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