Cinco hipótesis para una conspiración

La galerna que azota al Partido Popular, y de rebote al Gobierno y a su presidente, amenaza, sin duda, la estabilidad política del país. Y, además, está provocando cuantiosos daños a la ya muy castigada economía, sobre todo por su repercusión fuera de nuestras fronteras. La confianza en España como nación fiable ha vuelto a quedar en cuestión, y eso lo vamos a pagar muy caro todos.

La suma de acontecimientos, y sobre todo la cadencia que parece existir, ha propiciado la hipótesis de que estemos asistiendo a una conspiración, con todos los elementos que caracterizan a maquinaciones de ese tipo.

Encuentro hasta cinco posibles hipótesis para una conspiración.

Una primera consiste en atribuirlo todo a una operación de ‘la prensa’. Viene a mi memoria el año 1992, cuando estallaron los grandes escándalos de corrupción en el PSOE. Durante un pleno del Congreso, el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, pronunció una frase tristemente célebre, por la que, dicho sea de paso, nunca pidió perdón. Dijo: “En España no hay un problema de corrupción sino de opinión pública”.

Creo que no asistimos a una conspiración mediática, sino que los periódicos se dedican a publicar las informaciones que les llegan. Lo que no quita que el tratamiento, en concreto, de algunas de ellas se vea marcada por la lucha a muerte (y nunca mejor dicho) que están protagonizando los dos periódicos más importantes, El País y El Mundo, obligados a no ceder un milímetro de terreno por la urgencia de mantener sus respectivas cuotas de mercado.

Una segunda pista sería que exista lo que podríamos llamar una ‘conspiración policial’. Es decir, que determinados ámbitos de los cuerpos de seguridad estén desarrollando por su cuenta una estrategia de presión.

La posibilidad de que las filtraciones procedan precisamente de la unidad que se ocupa de investigar delitos financieros y económicos, o de entornos muy próximos, parecería justificar esa segunda hipótesis. El escándalo que afecta a los Mas, Pujol, etc. saltó con la aparición de un informe de la ya famosa UDEF, y su difusión recibió el respaldo de un sindicato como el SUP, con el argumento y la denuncia de que las investigaciones policiales a políticos se veían entorpecidas y aun paralizadas desde instancias políticas.

La tercera opción es atribuirla al PSOE. Desde luego, resulta sospechoso, y aun rechazable desde el punto de vista del interés común del país, la rapidez con que su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha dado credibilidad a las peores hipótesis, llegando a plantear incluso la continuidad de Rajoy como presidente del Gobierno. Eso no va a ayudar nada a España.

Es que el imaginario colectivo de los españoles recuerda muy bien la operación que montó Rubalcaba a raíz del atentado del 11 M. Las maniobras de agitación que protagonizó y el protagonismo de los medios afines (El País, la Cadena SER…), incluyendo unas concentraciones ante las sede del PP en la víspera de las elecciones generales que ahora, de alguna manera, han vuelto a repetirse estos días. Sin olvidar las filtraciones policiales que entonces manejaron los socialistas a espaldas del Gobierno.

 

Una cuarta hipótesis mira a ‘las alcantarillas del Estado’, es decir, a la actuación de incógnitos servicios hipersecretos. Aquí, el objetivo no aparece a primera vista. Pero sí caben preguntas. Por ejemplo: ¿alguien pretende aliviar el cerco que sufren el rey y su familia, como consecuencia del caso Urdangarín, sacando de la chistera un affaire aparentemente más escandaloso? Lo que sí es cierto es que las informaciones y comentarios a propósito del duque de Palma y de la infanta Cristina, han quedado ahora en muy segundo o tercer plano. Basta mirar estos días las portadas de los medios escritos o sintonizar radios y televisiones.

La quinta y última opción apunta directamente al principal protagonista de estos escándalos, a Luis Bárcenas, como poseedor directo de las informaciones y los papeles manejados.

Tengo que decir que soy poco proclive a las conspiraciones, aunque es cierto que, haberlas, haylas. Pero son muchas menos y posiblemente menos eficaces de lo que se cree.

En cualquier caso, descartada la conspiración periodística, la opción policial me parece muy débil. Respecto al PSOE, pienso que no ha montado nada, aunque sí es verdad que está aprovechando la circunstancia al máximo, como ya hiciera alrededor del 11 M y con tan buen resultado para ellos. Otra cosa es que esta vez su actuación no se vuelva en contra y lo pueda pagar muy caro.

No descartaría del todo la influencia de esas alcantarillas del Estado que, si no han estado en el diseño, sí podrían manejar hilos para conducir algunas corrientes hacia sus inconfesables intereses.

Pero, si a alguien habría que atribuir una conspiración, tendría que ser a Luis Bárcenas. ¿Quién guardaba las supuestas cuentas del PP, ahora publicadas en El País? Que se sepa, no ha presentado ninguna denuncia de robo o desaparición, así que hay que suponer que las conservaba en su poder. Y si han aparecido en los periódicos…

Aunque en este último caso ya no se trataría de una conspiración en sentido estricto, sino de una maniobra de defensa, más o menos atinada, en la que se estaría administrando la munición disponible en función del momento y de los efectos que se pretenden causar.

Pero, si albergaba alguna esperanza de que su caso tuviera una salida poco dolorosa para él, si creía que procedimientos de ese estilo podrían lograr algún resultado, se equivoca de medio a medio. Nadie le va a perdonar lo que está pasando. Y, desde luego, muchísimo menos el partido en el que militó y el Gobierno salido de sus filas. Al tiempo.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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