De ser independentista a votar independencia

A Artur Mas le ha salido el tiro por la culata, con su adelanto electoral en Cataluña. Buscaba una mayoría más fuerte, como requisito para iniciar la aventura independentista, y se ha encontrado con que él y su partido han perdido votos y escaños de manera alarmante.

Si fuera honrado consigo mismo, o cuando menos coherente, interpretaría que la respuesta de la ciudadanía hacia su proyecto ha sido un rotundo no. O bien porque lo han visto demasiado corto, y eso explica la notable alza de Esquerra y alguna otra formación, o bien porque les ha parecido excesivo, y eso se ha reflejado en el voto que suman socialistas, populares, Ciutadans, etc.

A pesar de que pueda parecer la salida natural, se me antoja discutible que CiU y Esquerra inicien juntos una travesía hacia la independencia. Entre otras cosas, porque en ese terreno Esquerra, por más extremosa, parece mucho más creíble que sus posibles socios convergentes. Y también porque ambos disputan el mismo territorio electoral y CiU ha de temer que le pueden sacar de plano y dejar fuera.

A la vista del voto independentista que ha llegado a la nueva asamblea legislativa catalana, que parecería que convierte en inevitable la celebración de un referéndum y, sobre todo, que la independencia salga adelante, he de añadir una reflexión.

He seguido con algún detenimiento los pasos dados en un territorio aparentemente parejo como es el Quebec canadiense. Allí se ha repetido varias veces el siguiente proceso. Las encuestas pronosticaban una amplia mayoría de los independentistas cuando no había en perspectiva una consulta próxima. Pero, cuando se convocaba, a medida que se aproximaba el momento de emitir el voto, esas cifras iban descendiendo de forma alarmante. Y bajaban mucho más aún en votos realmente depositados en la urna.

¿Qué ocurre? Pues que una cosa es ‘querer’ ser independiente de una forma teórica, hipotética, ideal; y otra bien distinta ‘ser’ de hecho independiente. En ese momento entra un cierto miedo escénico, el temor al futuro, y se les encoge el brazo. Algo parecido se espera en Escocia. Y posiblemente sucedería en Cataluña.

En resumen, que una cosa es ser independentista y otra votar independencia. Veremos.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

 
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