José Apezarena

Un (necesario) desagravio a don Juan Carlos

En las monarquías históricas, y desde hace siglos, el grito de rigor era, y es: ¡Dios salve al rey! Así había pensado titular hoy esta columna: “¡Dios salve al rey… Juan Carlos!”, pero al final, reconsiderando su contenido, he cambiado de opinión.

Mañana, 5 de enero, don Juan Carlos cumple 80 años. Una conmemoración redonda y hasta simbólica, que desde tiempo antes él quería celebrar estando en el trono, y que no va a ser posible de esa forma porque en 2014 abdicó la Corona, voluntariamente, en su hijo Felipe.

Por eso, las dimensiones de los festejos con motivo del aniversario van a ser más bien moderadas. Nada que ver con lo organizado en Noruega, donde Harald reunió a todas las familias reales con ese mismo motivo: el 80 cumpleaños. La diferencia, sustancial, es que Harald es el actual monarca reinante, mientras que don Juan Carlos es (solo) rey emérito.

Mañana, viernes, en La Zarzuela, se servirá un gran almuerzo al que acudirán la Familia Real, la Familia del Rey, y también algunos de sus íntimos. Será el comienzo de una serie de actos, institucionalmente menores pero significativos en lo personal y familiar, que celebrarán y hasta homenajearan a don Juan Carlos.

La Casa Real ha dado el visto bueno a ese programa, que desde el punto de vista oficial se iniciará al día siguiente, 6 de enero, con ocasión de la Pascua Militar, a la que, por vez primera, además de los reyes Felipe y Letizia, asistirán don Juan Carlos y doña Sofía.

Ante la cúpula de los Ejércitos, el acto se convertirá en un homenaje a la figura del monarca emérito, que incluirá palabras de don Felipe destacando y elogiando el papel de su padre en estos largos años de transición a la democracia. Un proceso que protagonizó en primera línea.

Y esa celebración se convertirá en una especie de desagravio, de reparación, a don Juan Carlos, por el desaire protagonizado por la Casa del Rey el pasado 28 de junio, cuando las Cortes celebraron una sesión solemne para conmemorar los 40 años de democracia… y el conductor del proceso no fue invitado.

La Zarzuela intentó taparse aduciendo falsos motivos de protocolo y acogiéndose a lo ocurrido en el acto de proclamación de don Felipe como rey. Entonces, en 2014, don Juan Carlos se mantuvo absolutamente al margen. Pero fue una decisión suya, un empeño que perseguía no quitar protagonismo a su hijo en el día más importante de su vida. Su ausencia extrañó, incluso hubo críticas, pero el trasfondo fue ese objetivo de no hacer la menor sombra al nuevo rey.

Desde entonces, es cierto que el monarca emérito se ha mantenido, y le han mantenido también, fuera de foco, sin apenas protagonismo.

 

Pero entre aquella proclamación del 19 de junio de 2014 y el acto del 28 de junio se dan diferencias sustanciales.

La primera, y más importante, que el pasado 28 de junio no existía una voluntad expresa de don Juan Carlos de no asistir. Todo lo contrario. Contaba con estar presente, le hacía ilusión, así lo había comentado a sus íntimos, y hasta había reservado día para ello.

La segunda, que habían pasado ya tres años desde la llegada al trono, la figura de Felipe VI está plenamente asentada, y por tanto no existía el menor riesgo de que pareciera apantallado, ninguneado, por su padre.

La decisión de la Casa del Rey de no invitarle provocó en don Juan Carlos una reacción de amargura e incluso despecho. Se le atribuye la frase "Han ido hasta las nietas de la Pasionaria y a mí, que fui el conductor del camión de la transición, se me excluye”.

No solamente le indignó, sino que, en una actuación inusual, y hasta impropia de su persona, lo hizo saber expresamente, lo publicó a los cuatro vientos. Y, así, circularon en los medios críticas a La Zarzuela que al final recayeron también, inevitablemente, en su hijo, el rey. Lo que realmente ocurrió en las horas previas a aquella celebración, y el verdadero papel de Felipe VI y del Jefe de la Casa, Jaime Alfonsín, merecen otro comentario aparte.

La primera intención de La Zarzuela para este 80 cumpleaños era limitarse a una celebración privada y familiar, acogiéndose también a la tradición de la monarquía española de eludir o limitar las grandes celebraciones, tan habituales en otras, como por ejemplo en las casas reales nórdicas.

Con el recuerdo de lo ocurrido en la conmemoración de los 40 años de democracia, don Juan Carlos se plantó. Hubo tensas negociaciones, y al final se llegó a la actual decisión: evitar los fastos solemnes, pero a la vez organizar una cierto homenaje institucional, aunque en un acto y ámbito peculiar: la celebración de las Fuerzas Armadas.

A lo largo de 2018 se aprovecharán también eventos ya previstos, sin organizar otros distintos, para conmemorar los 80 años. Muy singularmente, los que se celebrarán con motivo de los 40 años de la Constitución, aprobada en referéndum el 6 de diciembre de 1978 y que entró en vigor el 29 de diciembre.

Lo dicho al principio: ¡Dios salve al rey… ¡

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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