José Apezarena

El rey Felipe VI peina ya canas

Felipe VI ya peina canas. Eran visibles, por ejemplo, en las imágenes últimas de la audiencia a Patxi López para ser informado de que la segunda votación de investidura había fracasado.

El rey tiene, lógicamente, algunas preocupaciones. La de más fondo, cómo dar salida al impasse político que sufre el país, que amenaza terminar en la convocatoria forzada de unas elecciones anticipadas. Y eso inquieta al monarca. Considera que, si tal ocurre, será un fracaso de todos, singularmente de los políticos, pero que él también puede verse contaminado, en la medida en que no habrá culminado con éxito el encargo que le otorga el artículo 99 de la Constitución. El primer cometido institucional serio que ha debido afrontar como rey, solventado con un fracaso. No sería buen precedente.

Por supuesto, padece otras malaventuras, como el reciente affaire de los correos intercambiados por el y por Letizia con el investigado (antes imputado) Javier López Madrid. La Zarzuela se ha apresurado a soltar que aquella vieja amistad ya no existe, pero el daño está hecho.

Y, sin embargo, las canas de Felipe VI tienen que ver sobre todo con un dato que a veces pasa inadvertido: que el rey ya tiene años. Camina hacia los cincuenta, que es una edad de cierta importancia, edad de madurez.

Quiero decir que el monarca ya no es, como alguno tendría aún la tentación de pensar, aquel muchacho que como príncipe permaneció un montón de años a la sombra de su padre. Felipe VI es, como suele decirse popularmente, un hombre hecho y derecho, todo lo contrario de un jovenzuelo recién llegado. Con una solvencia que ha acreditado sobradamente en el tiempo que lleva en el trono, camino del segundo aniversario.

Las canas ya se apreciaron en su barba hace unos pocos años. Tan es así, que llegó a comentarse que se la dejaba precisamente para tratar de borrar entonces la impresión de que todavía era “demasiado joven”. Y de hecho la lució profusamente en los meses siguientes a su proclamación, cuando hubo de tomar el testigo a su padre.

Es que van pasando los años. El rey los cumple, los suman sus hijas… Las canas resultan inevitables.

Sin embargo, lo decisivo es que, desde aquella abdicación por sorpresa, la estabilidad y la fiabilidad están siendo marca acreditada de la actual monarquía, mails imprudentes al margen.

editor@elconfidencialdigital.com

 

En Twitter @JoseApezarena

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