José Apezarena

Los secretos de la reina

Hoy, 9 de septiembre de 2015, el récord absoluto de permanencia de un monarca en el trono, que desde 1901 ostentaba la reina Victoria de Inglaterra, se verá superado por la actual titular, su tataranieta Isabel II.

Durante 63 años, siete meses y dos días ciñó la corona Victoria, fallecida a los 81 años. Hoy, a sus espléndidos 89 años, la actual reina supera esa cifra y pasa a la historia también por ese motivo. Porque, sin duda, se trata de un registro que va a resultar muy difícil batir. Por citar un caso cercano, donde Juan Carlos cumpliría en noviembre cuarenta años en el trono de España.

Nacida en 1926, con 11 años Isabel se convirtió inesperadamente en princesa heredera, cuando su padre ascendió al trono por la renuncia de su hermano para casarse con una divorciada norteamericana. En 1947, contra viento y marea, contrajo matrimonio con el 'griego' Felipe, hoy duque de Edimburgo, y fue coronada reina el 2 de junio de 1953, en la abadía de Westminster.

Desde entonces, Lillibet, como le llaman en familia, ha mostrado una prodigiosa habilidad para sortear las situaciones más difíciles, que culminaron aquel famoso “annus horribilis” de 1992 por culpa de los divorcios de sus hijos y otros males. Aunque el momento más crítico llegó cinco años después, cuando, en agosto de 1997, murió Lady Di.

Tras unos primeros días de encerramiento y silencio, la reina rectificó su decisión inicial de ignorar absolutamente a su nuera, a la que finalmente honró con su presencia en la calle al paso del cortejo fúnebre, y le organizó un funeral de estado, reservado a miembros de la familia real con tratamiento de majestad.

Actualmente, en Inglaterra la monarquía, y sobre todo ella misma, gozan de un respaldo que se sitúa en torno al 70%, algo que hay que anotarlo directamente en la cuenta de la propia Isabel II, que ha sabido hacer compatibles dos requisitos aparentemente contradictorios.

Por un lado, la reina simboliza y representa eficazmente la grandeza del país, pasada y presente, con un comportamiento oficial impecable a la vez que distante. Así se aprecia en la ceremonia y ropajes que utiliza en actos como la apertura del Parlamento. De alguna manera, ha conseguido personificar los valores ingleses de siempre, y ha hecho de la monarquía un referente a donde mirar.

Al mismo tiempo, Lillibet ofrece una imagen cercana, tal como si se tratara de una abuela o una campesina, por ejemplo cuando se deja fotografiar con la falda de cuadros, un pañuelo en la cabeza y en compañía de sus famosos perros.

La web de la casa real británica, posiblemente la más trasparente de todas las monarquías, constituye un ejercicio de claridad y de información hasta en los más mínimos detalles, incluyendo qué bebidas alcohólicas en concreto se adquieren y consumen en palacio. Y han trascendido otros muchos datos humanos, como que, cuando viaja, la reina lleva consigo su propia almohada.

 

Isabel II cuenta con un cualificado equipo de consejeros, que están detrás de gestos como la concesión de títulos del reino a personajes populares, o la celebración del jubileo de diamantes (sesenta años en el trono) con un concierto en el que actuaron Paul McCartney, Elton John y Kilie Minogue. La última hazaña fue el aparente lanzamiento en paracaídas junto a 007, durante la ceremonia de apertura de la Olimpiada de Londres.

La recuperación de imagen y el aprecio por la monarquía que se da en Inglaterra no es ajena tampoco a lo que podría calificarse de auténticas, pero discretas, campañas que se esconden detrás de magníficas películas como “El discurso del rey” o “The Queen”. No son hechos casuales, sino más bien iniciativas bien pensadas y ejecutadas.

Algo que muy posiblemente deberían analizar, si no lo han hecho ya y tomado nota, el equipo de asesores que en La Zarzuela rodea al actual rey, Felipe VI. Y a la reina Letizia. Tienen aún tarea por delante en los dos casos.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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