José Apezarena

Para qué sirven los reyes

El jueves, víspera de la festividad de la Epifanía, transitaba por el Paseo de la Castellana a la una de la tarde y me encontré con que, a esa temprana hora, ya había, instaladas en los laterales, familias con niños esperando la cabalgata de Reyes.

Faltaban cinco horas para el inicio del desfile, no había llegado aún la hora de comer, la temperatura no resultaba muy veraniega, pero esas personas habían decidido colocarse en la calle, incluso con criaturas bastante pequeñas (más de uno, en el cochecito), porque querían presenciar en primera línea el desfile con los magos de Oriente.

La tradición de los reyes, tan española, constituye, en mi opinión, uno de los tesoros de este país. Si alguien lo duda, que pregunte a su alrededor, a la gente más próxima, qué recuerdos guarda de esa celebración. Comprobará cómo, con sorprendente unanimidad, todos atesoramos recuerdos impagables.

Por eso pienso que la celebración debería ser protegida, y mantenida en su ser. Sin tonterías, inventos y moderneces absurdos, como las que hemos visto en las últimas cabalgatas de Madrid, y, por supuesto, fuera de manipulaciones como el planteado en Vic, con esa iniciativa de repartir a los pequeños banderas independentistas. ¡Dejen en paz a los niños, al menos un día al año! ¡No canalicen en ellos frustraciones ilusorias, banderías ni operaciones políticas! Hay otros 364 días para intentarlo.

Hablando de reyes, en la fiesta de la Epifanía se celebra oficialmente la Pascua Militar, con la recepción del monarca a la cúpula de los ejércitos, en el Palacio Real. Como es bien conocido, conmemora la fecha histórica de la recuperación de Mahón, en 1782, de manos de los ingleses.

Hoy es sobre todo el gran acto del rey como jefe supremo de las fuerzas armadas, a las que, en el discurso del salón del trono, manda un mensaje preciso y específico para ellos. Después, roto el protocolo, sigue un vino de honor durante el cual puede departir ampliamente con sus compañeros de armas.

Hablando de reyes, los de Oriente y los de ahora, puede ser también oportuna una reflexión sobre la figura del monarca en nuestro sistema político y de convivencia.

El rey, jefe del Estado, es símbolo de la unidad y permanencia de España, su más alto representante en las relaciones internacionales, árbitro y moderador del funcionamiento regular de las instituciones. Así lo dice la Constitución. Por tanto, su persona se sitúa por encima, fuera de la batalla política y de los objetivos partidistas. Busca cumplir aquella vieja aspiración de Alfonso XIII, de don Juan y don Juan Carlos, de ser “rey de todos los españoles”. Debe serlo.

Yendo al terreno de la especulación y la hipótesis, ¿podemos imaginar que estaría pasando ahora en España si, con el actual dibujo parlamentario, hubiera que elegir, además del jefe del Gobierno, también un presidente de la república?

 

Las peripecias, las dificultades, hasta las angustias, recientemente vividas para nominar el presidente del Gobierno, recurriendo a dos elecciones y una doble investidura, se estarían repitiendo ahora, hablando de la jefatura del Estado, con la incógnita de si sería posible una decisión, o si, por el contrario, tendríamos que acudir a una jefatura del Estado “en funciones” como ocurrió con el Gobierno. Pienso que, durante todos estos años, nos hemos ahorrado unos cuantos dolores de cabeza.

Dada nuestra historia, y contando con el diseño político trazado por la Carta Magna, la existencia de esa jefatura del Estado, con las características de alejamiento de la gestión del día a día, de imparcialidad ideológica y no alineamiento, de pertenencia e imagen del conjunto de los ciudadanos, hasta parece conveniente para el país.

Es bien conocida la anécdota de aquella primera audiencia, en La Zarzuela, a la dirección del recién recuperado Partido Socialista. Don Juan Carlos preguntó a Felipe González si para ser socialista era imprescindible declararse republicano. Recordó que en Suecia la monarquía convivía sin problemas con un gobierno socialista, y comentó que en España nos estábamos ahorrando una elección más cada cuatro años.

Añado yo. Puesto que en este país quien ‘manda’, quien tiene el poder, es el Gobierno de turno, mientras que el monarca carece de competencias, la voluntad sobre nuestro futuro la expresamos en cada elección general, decidiendo qué partido y que persona ocupan el poder.

Siempre recordaré el comentario que me hizo, años atrás, un viejo socialista: “Cuando, en el pasado, nosotros decíamos república, queríamos decir democracia”. La democracia plena que existe hoy en España.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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