José Apezarena

El último botellón del bipartidismo

Tomo prestada esa descripción, escuchada por la mañana en la radio, de no sé quien porque no acabé de entender el nombre de su inventor. Ese analista calificó el presente debate sobre el estado de la nación como “el último botellón del bipartidismo”. Y tenía razón. Al menos del bipartidismo que hemos conocido hasta aquí, el protagonizado en exclusiva por PP y PSOE. Lo que vendrá tras las próximas generales va a ser distinto.

El Pleno del Congreso iniciado ayer presentaba importantes novedades, sobre todo los estrenos de Pedro Sánchez y de Alberto Garzón. Y otra más que se celebra en vísperas de cuatro procesos electorales sucesivos, por lo que bien puede considerarse el primer acto de la campaña electoral de 2015.

De los dos novatos en esas lides, es decir, Sánchez y Garzón, el que más se la jugaba es el primero, que necesita convencer a la opinión pública en general, pero sobre todo dentro de su propio partido.

Anoche, los diputados socialistas se esforzaban en presentar una imagen de cierta euforia sobre la actuación de su nuevo líder en el debate. El mensaje que más repetían, para intentar convencer de que había salido triunfador del reto, es que había conseguido sacar de sus casillas a Mariano Rajoy.

Puede ser que Pedro Sánchez consiguiera desencajar a un habitualmente flemático presidente del Gobierno, a la vista de la impresentable frase final de Rajoy, con aquello de no vuelva usted a hablar aquí y usted “ha estado patético”. Pero si todo el bagaje, si todo el triunfo, se resume en haber puesto nervioso a Rajoy, magro resultado me parece.

El secretario general del PSOE era, y sigue siendo, el aspirante. Y, como ocurre en los combates de boxeo, quien opta al triunfo, o gana por k.o., o la victoria a los puntos no le sirve. Y, desde luego, Pedro Sánchez no ganó por k.o. a se oponente. Por tanto, gastó una de las escasas oportunidades que va a tener para consolidarse.

Pero lo más extravagante del pleno celebrado ayer era que se habían quedado fuera dos de los principales protagonistas del actual momento político: Pablo Iglesias y Albert Rivera, los líderes de Podemos y de Ciudadanos, respectivamente.

Aunque en realidad Podemos no estuvo exactamente fuera, porque en varios momentos de la intervención de Mariano Rajoy pareció percibirse que el presidente del Gobierno en realidad estaba criticando, atacando, a Podemos.

Sus advertencias sobre el peligro de “ventoleras ideológicas” que pueden llevarse por delante las conquistas económicas logradas y la referencia a “los demagogos”; su comentario de que él podría dedicarse a lanzar todo tipo de promesas irrealizables, como hacen otros, porque hablar es gratis; la alusión a los “remedios mágicos”, y sobre todo su frase, sobre la meta de crear medio millón de puestos de trabajo cada año, diciendo “se puede, claro que se puede”, fueron percibidas como arremetidas contra el partido de Pablo Iglesias.

 

Mariano Rajoy fijó, en efecto, el punto de mira de su discurso en Podemos, y no en el PSOE como podría haberse pensado. Es que al Gobierno y al PP les interesa identificar como rival a ese nuevo partido. Primero, porque así desgasta a los socialistas, y segundo porque presenta a su electorado, el que le votó pero duda en volver a hacerlo, la perspectiva de que puede ganar las elecciones, y gobernar en España, una formación política poco fiable, peligrosa, la de los rojos y los bolivarianos, los de la coleta, la de Errejón y Monedero… Un panorama, en fin, que obligue a esos votantes dubitativos a escoger de nuevo la papeleta del PP, si no por convicción, al menos por miedo.

Aunque el verdadero enemigo del Partido Popular se halla en Ciudadanos. La formación de Albert Rivera es quien de verdad puede quitar al PP mayorías decisivas en ciudades y comunidades. Por ejemplo en Madrid capital. Y, cosas de la política, muy posiblemente necesitará que intentar pactar con ellos, tras las elecciones, para recuperar algunas de esas plazas.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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