¿Dónde vas, triste de ti?

Pasada la marejada informativa de las elecciones, los dos principales protagonistas, es decir, los dos candidatos a formar Gobierno, afrontan destinos muy diversos.

Cuentan quienes están a su lado, que Mariano Rajoy se siente enormemente feliz. La victoria supone la culminación de treinta años de dedicación a la política y a su partido, al que ha conducido a la mayor victoria del PP. No es poco.

Sin embargo, ha de olvidar cuanto antes cualquier tentación de complacencia para ponerse, sin demora, a la tarea de cerrar su nuevo Gobierno, en el que él se jugará tanto, pero sobre todo nos lo jugaremos el conjunto de los españoles.

El futuro le juzgará, en cualquier caso, no por las aplastantes cifras del 20 de noviembre, sino por cómo desarrolle su trabajo al frente de un país al borde de la quiebra. Si lo saca adelante, sin duda figurará en los libros de historia.

Alfredo Pérez Rubalcaba, por su parte, afronta un cataclismo tal que muy posiblemente se va a llevar por delante su aspiración de convertirse en el secretario general del PSOE.

Aún no ha renunciado a intentarlo. Va a maniobrar para controlar el proceso, pero ya se ha encontrado con un primer obstáculo: no tiene de su parte a Rodríguez Zapatero. Y le será muy complicado saltárselo.

Pero es que, además, vamos a asistir a la rebelión de los militantes más jóvenes, en principio con Carme Chacón a la cabeza. Piden una limpia.

Sin descartar que lo vuelva a intentar, otra vez, José Bono, y que se atreva a lanzarse a la arena Guillermo Fernández Vara, que tiene buenos apoyos. Demasiados candidatos, frente a un Rubalcaba que ha sido barrido en las urnas.

Así pues, su destino es casi tan negro como los trajes que ha lucido y los decorados que ha elegido para su campaña.

 

No es extraño que algunos le apliquen el famoso “¿Dónde vas, triste de ti?”.

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