Javier Fumero

Alabado sea el cacharrito

Es sorprendente la proliferación de noticias relatando la llegada a las tiendas del nuevo iPhone 6 y iPhone 6 Plus. En ellas, llama especialmente la atención el fervor que demuestran los ciudadanos ante el nuevo cacharrito que acaba de lanzar Apple a un precio desorbitado.

Este hecho contrasta hoy dramáticamente con otro: supuestamente, estamos en crisis. Muchas familias no pueden llegar a fin de mes. Hay quien no se casa porque todavía no puede pagar una casa o el colegio de los niños. No hay capacidad de ahorro y el futuro laboral de nuestros jóvenes es peor que incierto en algunos sectores.

Sin embargo, las colas para adquirir el último terminal y la euforia en las redes sociales están a la vista de todos.  ¿Qué nos está pasando?

Apunto aquí cuatro reflexiones:

1. Ya no consumimos igual. Hasta hace unos años (pocos) se consumía para satisfacer una necesidad. Una privación real, palmaria, incontestable: el hambre, la sed, el transporte, el descanso, el cobijo, la enfermedad… Esto ha cambiado. Ahora, la mayor parte del consumo se basa fundamentalmente en la gratificación de deseos e impulsos y no tanto en la satisfacción de carencias.

2. Las empresas han percibido rápidamente el cambio y se han volcado –de la mano de las compañías publicitarias- en esa dirección. Su análisis ha sido el siguiente:

-- Si lo que prima es el deseo, la imaginación es el lugar donde se debaten las grandes pulsiones del individuo. Soñamos con otras vidas, otros estatus. Perseguimos modelos de comportamientos y roles ideales. Se trata de explotar esa veta. ¿Se han fijado, por ejemplo, en la evolución de los suplementos dominicales? La información es ya una excusa para envolver lo que realmente da dinero: la venta de productos sofisticados. Esas separatas están diseñadas para tocar las teclas oportunas de nuestra fantasía. Y crearnos nuevas (y caras) necesidades.

3. Consumir se ha convertido ya en una experiencia más. Se disfruta con una comida, de una película, de unas buenas vacaciones… pero también con el sugestivo impacto que nos provoca estrenar un producto comercial largamente anhelado: una joya, un traje, una crema hidratante, un deportivo o una televisión de pantalla curva.

4. Con este nuevo escenario los que realmente ganan son los empresarios. Si hablamos de emociones, nos referimos necesariamente a elementos fugaces, a constantes efímeras, como transitorio es el placer que generan esas compras entusiastas. Por eso, buscamos más y más experiencias placenteras. Nunca se alcanzan. Nunca se acaba. Y así, por esa pendiente, uno llega incluso a detraer dinero de necesidades básicas para caprichos innecesarios.

 

Más en twitter: @javierfumero

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