Javier Fumero

Carca como tú y progre como yo

Me ha gustado bastante la reflexión que deslizó este jueves la filósofa Adela Cortina en las páginas de El País. En una muy interesante entrevista firmada por Javier Rodríguez, la pensadora afirmó lo siguiente:

-- “(...) Tendemos a dividirlo todo de antemano entre carcas y progres, y eso hace imposible el diálogo. Hay temas que la sociedad estaría dispuesta a discutir pero nos dividimos de entrada. Sin diálogo no hay democracia. Es lamentable la partidización de la vida pública. Dices algo y te contestan: ‘Eso lo dice el PP’, o ‘lo mismo dice el PSOE’. No, perdona, esto lo digo yo. Que no nos partidicen”.

Qué quieren que les diga: estoy completamente de acuerdo.

Ya lo he dicho en alguna otra ocasión, en este país cuesta mucho debatir por esa propensión generalizada a poner etiquetas, a encasillar bajo gruesos adjetivos a las personas.

Sucede a derecha e izquierda, arriba y abajo. Muy pocos quedan excluidos, me temo. Son términos que, en bastantes ocasiones, se incluyen sin rubor en textos periodísticos, reportajes de televisión o piezas de radio. Narraciones que deberían ceñirse únicamente a la descripción de hechos acaban plagadas de estos alias.

Desde un lado, a los que defienden unos postulados se les suele subsumir bajo términos como “fachas”, “ultraconservadores”, “conspiranoicos”, “trogloditas”, “cavernícolas”… Los de enfrente, allí donde rigen principios antagónicos, califican a la otra mitad de “antisistemas”, “radicales”, “perroflautas”, “giliprogres”…

Lo mismo sucede con las ideas. Llevamos años viviendo de estereotipos:

-- La izquierda es la más sensible con los problemas sociales, la más cercana a los pobres, la más combativa en la defensa de los derechos humanos, la más coherente y sensata, la más cabal... En definitiva, es esa clase política presuntamente superior en lo moral a cualquier otra ideología.

-- La derecha roba y cabildea. Esa es su condición natural porque son los ricos, los terratenientes capitalistas que oprimen al pueblo. Los que siempre han explotado a la plebe. Jamás harán nada respetable: si son eficaces mejorando las finanzas es porque son mezquinos, corruptos y depredadores que sólo pretenden llevárselo crudo. Por principio.

 

Basta pararse y mirar a nuestro alrededor para comprobar que son simples clichés. Hay personas solidarias y generosas en un lado y en otro; y corruptos en todos los bandos. Sí, también en Podemos.

¿Qué son entonces estos planteamientos? Simplificaciones. Análisis reduccionistas, poco finos y sectarios.

Lo dije no hace mucho: es verdad que juzgar sin matiz ahorra mucho tiempo. Matizar exige pararse, mirar, ser templado y ponderar el juicio. Y eso requiere talento, honestidad y tiempo. No sé en qué orden pero en el proceso ninguno de esos elementos debería faltar.

Simplificar, mientras tanto, además de ser fuente de injusticias, provoca un daño personal tremendo porque embrutece. Se pierde perspectiva. Uno queda impedido para captar la luminosidad de una vida que rebosa tonalidades.

Más en twitter: @javierfumero


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