“¡Chorizo!”, “¡Ladrón!”, “¡Sinvergüenza!”

El PP ya admite abiertamente que están sufriendo un desgaste de enormes proporciones. No se trata de daños colaterales sino de auténticas vías de agua en la línea de flotación. Los ciudadanos los paran por la calle y los abuchean. Hay para todos.

En el corto espacio de unos días, varios líderes regionales del Partido Popular han descrito el drama en el que se ha convertido para ellos un modesto paseo por la calle, la entrada en un bar del pueblo o una salida de compras con la familia.

Ya se ha contado el relato de José Antonio Monago durante la ejecutiva del PP del pasado sábado. El presidente de Extremadura explicó a sus compañeros cómo, al verle entrar en un restaurante, una señora se levantó ostensiblemente, mientras le decía a su marido en voz alta, para que se le escuchara:

-- “Vámonos, que aquí comen ladrones”.

Insisto. No ha sido un caso aislado. Otros dirigentes del PP narran sucesos parecidos. Acoso en las tiendas, reproches en el supermercado, imprecaciones en el cine... La gente se encara con los políticos y les ponen de vuelta y media.

El hartazgo en considerable. Los españoles no pueden más. La secuencia ha sido la siguiente:

-- Estaban asfixiados por los recortes, los sacrificios y las llamadas a la generosidad.

-- El mosqueo empezó al constatar que el alivio parecía ir sólo dirigido a las entidades bancarias y los empresarios, no a los trabajadores.

-- ¿La gota que ha colmado el vaso? Los Bárcenas, los Oriol Pujol, los Amy Martin, las ITV, los Pallerols, los iPad de sus señorías, los ERE de Andalucía y los bolsos Louis Vuitton.

 

Rajoy está preocupado por todo esto y tiene motivos. No hay nada peor para un político que el divorcio con su electorado.

Y es precisamente eso lo que está pasando: protestas, acoso a militantes, asedio a las sedes del PP…

Más en twitter: @javierfumero

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