¡Condénalo! ¡Condénalo!

No me parece sano ni enriquecedor para una sociedad la retransmisión pública de un juicio dramático en el que, además, interviene un jurado popular. Creo que es una grave equivocación. Por dos motivos.

Para empezar, porque se pueden producir atropellos tremendos. Basta echar un vistazo a la cobertura mediática que se está dando estos días al juicio sobre el caso Ruth y José, los niños desaparecidos de cuya muerte se culpa estos días a su padre, José Bretón.

Se están poniendo las bases para asistir en directo a un linchamiento público, en forma de juicio paralelo. Y no hay derecho. Es un atropello.

Que poca memoria tenemos, ¿verdad?

¿Se acuerdan de aquel lamentable show llamado ‘caso Wanninkhof’?

Una adolescente asesinada, una mujer detenida, un jurado popular influido por la histeria colectiva, tertulianos despellejando en directo a unos y a otros, una condena ejemplar con luz y taquígrafos, las cámaras chapoteando en los charcos de la curiosidad malsana, la irrupción de un asesino inesperado llamado Tony Alexander King, el reconocimiento de un error judicial gravísimo…

Todo acabó como empezó: a ritmo de morbo. Con una teleserie emitida por La 1 de Televisión Española basada en la triste muerte de Rocío, una chica que para muchos se convirtió en un gran negocio.

¿Alguien ha reparado el daño causado a aquella mujer injustamente condenada, si fuera posible hacerlo? ¿Algún tertuliano pidió perdón públicamente por las invectivas lanzadas contra ella durante los meses que duró el juicio?

Pero es que, además, hay un segundo problema. ¿Podrá este jurado decidir, con equidad y equilibrio, sobre la culpabilidad o no del acusado? ¿Está alguien preparado para soportar semejante bombardeo mediático? ¿Es posible defender honradamente que alguno de los elegidos para ese jurado no está contaminado?

 

Yo creo que no.

Más en twitter: @javierfumero

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