Javier Fumero

Espabila España

Tengo para mí que esta crisis catalana, tan dolorosa y desasosegante, va a tener algunos efectos benéficos para el país y sus habitantes. Les adelanto uno: los españoles están espabilando.

Siempre he pensado que tenemos una fofisana sociedad civil, una ciudadanía desmovilizada y poco beligerante. Escasamente acostumbrada a dejarse oír, a rebelarse contra los atropellos, a exigir cuentas.

Alguna vez he contado aquella revelación de un alto directivo que trabajaba para un gran tour-operador internacional. Si por algún motivo, se producía un ‘overbooking’ en un crucero o un circuito turístico y se habían vendido más billetes de las plazas disponibles, la orden de la compañía era tajante: hay que dejar en tierra a españoles o italianos.

-- “Son los que más ruido arman en el momento –añadió aquel directivo. Si sólo se les ofrece un realojo, montan una buena escandalera. Pero sólo hay que pasar ese mal trago porque, pasados los días, apenas un 1% de los afectados presentan una demanda o exige la devolución de lo abonado. Todo lo contrario de lo que sucede con turistas más flemáticos, como los nórdicos o los alemanes: estos apenas montan algaradas in situ pero tendrás a sus abogados en tu cogote de por vida...”.

 Así hemos sido durante años. Conformistas, acostumbrados a soportar carros y carretas, a aguantar el tirón y rehacernos si nos atropellan, qué le vamos a hacer...

Quizás esta actitud esté relacionada con nuestra historia reciente. Durante la dictadura franquista el que se significaba podía pagarlo muy caro. Muy pocos osaban exigir un libro de reclamaciones, sobre todo en comparación con otros países de nuestro entorno. Se agachaba la cabeza y se salía del atolladero con riñones, orgullo y pragmatismo.

Eso está cambiando.

Estos días he visto en Cataluña caceroladas muy sonoras, campañas de familias enteras compinchadas para dejar de adquirir productos catalanes, retirada de efectivo en bancos que tenían su sede en Barcelona, acampadas de independentistas en los alrededores del Parlament, voluntarios de la calle gestionando ‘el proces’ en días festivos, españoles comprando banderas y colgándolas en ventanas sin sentir vergüenza… y hasta una tímida ruptura de la espiral del silencio de los españolistas en la Ciudad Condal.

Espero que no lleguemos a los excesos de esos países centroeuropeos, como Suiza, donde sucede todo lo contrario. El empoderamiento del individuo es tal que la vida diaria se ha vuelto insoportable. Se pasan tres pueblos. He visto auténticas aberraciones por inquilinos a los que la ley otorga hasta el absurdo voz y voto en asuntos del vecino.

 

Pero nos queda un buen trecho hasta llegar eso. Mientras tanto, a este país le vendrá muy bien que la sociedad civil siga ganando músculo.

Más en twitter: @javierfumero

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