Javier Fumero

Que España va bien, joder

Entiendo que Rajoy tiene que aferrarse, como sea, a las buenas noticias macro-económicas que se van conociendo. Pero esa dinámica tiene un cierto riesgo: desconectar de la ciudadanía, quedarse solo y parecer un iluminado.

Este martes, la intervención del presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la nación estuvo centrada desde el primer minuto en la maravillosa dinámica de la economía nacional. Menudo despliegue de titulares:

-- “La crisis de España se desvanece a medida que las exportaciones transforman el país”. “Signos de esperanza en el mercado laboral español”. “Rayo español de esperanza”. “Mayor interés por España”. “España emerge de la recesión”. “La clasificación de la UE sobre la competitividad: el sorpasso español”. “España desconcierta a los analfabetos financieros”. “España es la nueva Alemania”. “Después de dos años, España está de nuevo en la senda del crecimiento”. “El crecimiento de España anima a Europa”. “España se autorrecupera”.

Y los índices... Esos maravillosos índices y tablas:

-- “La economía española ha pasado de la recesión al crecimiento económico. En el pasado mes de diciembre, la cifra de desempleados en España descendió en 169.000 personas con respecto a la de diciembre de 2012. Es la primera caída del paro en España desde el año 2007”.

-- “El nivel de los precios se mantiene en el entorno del 0,2%. En los últimos cinco meses, el índice de precios al consumo ha subido de media un 0,2 %, frente a casi un 3% en el mismo periodo del año anterior. La balanza de pagos por cuenta corriente y de capital –nuestra relación económica  con el exterior- presenta un saldo positivo por primera vez desde 1998 y cercano al  2% del PIB”.

-- “Se ha producido un récord histórico en la cifra de nuestras exportaciones y de nuestro sector turístico. La inversión extranjera, el mejor reflejo de la  creciente confianza que inspira España, ha regresado con fuerza. La  prima de riesgo y, en consecuencia, los intereses de nuestra deuda soberana, se ha reducido a menos de la tercera parte desde su máximo”.

Rajoy insiste en que España va a mejor. Hay un cambio de tendencia. Hay datos positivos en la economía española. Tendremos más buenas noticias en el 2014. Y deberíamos alegrarnos.

Sin embargo, el españolito de a pie sigue sufriendo, y mucho, para llegar a fin de mes. Los comedores sociales están repletos. Abundan los ciudadanos que no pueden pagarse necesidades básicas. Hay abuelos manteniendo a hijos y nietos. Gente que no puede sostener a un discapacitado, pagarse las medicinas o recurrir a la Justicia por culpa de las tasas.

 

Hay una enorme frustración por una clase política tocada por la corrupción. Una amenaza de fractura nacional como no se había producido antes. Una grave crisis de la monarquía, una institución que aglutinaba hasta ahora a todos los españoles. Y en general, un país exhausto de sacrificios impuestos desde arriba.

Las dos cosas son ciertas: hay síntomas de mejoría pero todavía los españoles no lo han notado. Ni mucho menos. Por eso, el plan de Rajoy es una estrategia arriesgada. Porque puede parecer, efectivamente, que el inquilino de la Moncloa vive en los mundos de yupi, ajeno a las penas de la gente y encantado de haberse conocido.

Lo he dicho en alguna otra ocasión. Un país exige un líder cercano, que vaya al lado del ciudadano. Que le coja de la mano, que perciba su solidaridad y hasta una cierta empatía: “este señor comprende por lo que estoy pasando y no me va a dejar en la estacada; hará todo lo que esté en su mano, al menos, para que eso no suceda”.

El discurso de Rajoy de este martes no iba en esa dirección.

Más en twitter: @javierfumero

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