Javier Fumero

El PSOE dramatiza y crece

Muchos lo recordarán. Sucedió en febrero de 2008, a un mes de las elecciones generales. Zapatero acudió al plató de Cuatro para una entrevista en el informativo que entonces dirigía y presentaba el periodista Iñaki Gabilondo.

Aquella noche, la cadena distribuyó al resto de televisiones unas imágenes de recurso, sin apenas sustancia aparente, en las que los protagonistas charlaban de forma distendida tras su intervención. Sin embargo, aquel archivo llevaba una bomba de relojería: incluía el sonido y los micrófonos recogieron una conversación privada.

Lo que allí se dijo montó una buena polvareda y fue, más o menos, lo siguiente:

Iñaki Gabilondo: “¿Qué sondeos tenéis?”.

Zapatero: “¡Bieeeen! Nada. Bien...”.

G: “Sin problemas ¿no?

ZP: “...lo que pasa es que yo creo que nos conviene que haya tensión...”.

G: “Os conviene muchísimo...”.

ZP: “… Yo voy a empezar a partir de este fin de semana a dramatizar un poco. Pero nos conviene mucho. Si no la gente... bueno...”.

 

El gran problema del PSOE es siempre el mismo: movilizar a su electorado. Su éxito o fracaso en las urnas depende, casi exclusivamente, de su capacidad para convencer a sus correligionarios de que acudan a votar.

Los analistas demoscópicos lo tienen muy claro: ¿Cuándo crece el PSOE? Cuando logran agitar a los suyos.

Por eso dijo Zapatero aquello de la tensión: no hay nada como indignar o asustar a la izquierda para obtener su apoyo. Aunque sólo sea por puro cabreo con la ‘derechona’, sin mucho entusiasmo, a regañadientes, con la nariz tapada.

No son votantes que duden entre el PP y el PSOE, ciudadanos que unas veces votan a unos y otras, a su contrario. Son socialistas que votan a los suyos o se quedan en casa. Así de claro.

Eso explica la última semana de campaña electoral.

El PSOE languidecía en las encuestas. Elena Valenciano llevaba semanas de desgaste sin ningún contrincante enfrente, cayendo en popularidad y apoyos, hirviéndose en su propia salsa. El PP remontaba de forma lenta pero implacable y Rubalcaba no lograba dar con la tecla.

En esas llegó Arias Cañete y logró lo nunca visto en periodo electoral: cometer un error de bulto el día después de un debate televisado. Tiene mérito la cosa.

¿Qué hizo el PSOE? Lanzarse a degüello, con todo. La campaña de agitación y propaganda, perfectamente orquestada, llegó hasta Bruselas, con declaraciones de europarlamentarios, artículos en prensa extranjera y reprobaciones de destacados dirigentes comunitarios.

Porque no hay que olvidarlo: el PSOE dramatiza y crece.

Más en twitter: @javierfumero

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