Javier Fumero

Pablo Iglesias se empodera, con un par

Llegaron denunciando que la vieja política pisoteaba los derechos de los ciudadanos. Los trataba como a súbditos, abusaba de ellos, gobernaba a sus espaldas, sin escuchar a nadie.

Con un discurso cautivador y efectista, Pablo Iglesias empezó a lanzar su mantra: el régimen del 78 (como él denomina al sistema democrático que emergió de la transición) está superado. Esto va ahora –y quien no lo pille se marcha a su casa- de participación, de asambleas, de referéndums, de movimientos ciudadanos.

Muchos le creyeron y hasta le puso nombre al bicho:  llega el empoderamiento de los individuos comunes y corrientes.

Después llegaron las elecciones. Su propuesta fue aceptada por millones de personas y ocuparon por vez primera sus escaños en ayuntamientos, asambleas regionales y el Congreso de los Diputados. Llegó el momento de pasar del cuento de hadas a la realidad y lo que estamos viendo es que quien se ha empoderado es Pablo Iglesias.

Ni dimitir se puede en su nuevo partido. Eso es desleal y traicionero. El que se mueva tampoco sale en su foto. Es el mensaje que trasladó hace unos días a sus correligionarios. Quietos paraos.

Por cosas como esta siempre me he mostrado favorable a concederles el legítimo derecho a subir al estrado. Que hablen. Que se expliquen. Y también que gobiernen, que nos muestren qué son capaces de hacer. En algunas cosas acertarán y les aplaudiremos. De hecho, ya están sirviendo para oxigenar la atmósfera y agitar el cocotero. Pero en otras, como en este caso de la gestión de su crisis interna, quedan como hipócritas.

Ahora hay que recordarlo y sacarles los colores. Diremos entonces que Podemos es más brillante en los discursos que en la realidad. Que ha vivido del postureo asambleario pero es dictatorial en sus actos.

Primero intentó confundir a la opinión pública negando la evidencia: no hay división interna en Podemos; ese es un discurso de los poderosos que nos quieren debilitar. ¿Lo ven? Siempre el conflicto dialéctico entre la oligarquía (la casta, los malos, los otros) y el pueblo (la gente de bien, los buenos, ellos).

Sin embargo, Pablo Iglesias ha demostrado ser un nuevo caudillo: ha cimentado su nueva propuesta democrática sobre una marea de indignados y colectivos sociales descontentos. Pero una vez consolidado el partido, éstos han pasado a ser meros apéndices.

 

Muy interesante y aleccionador.

Más en twitter: @javierfumero

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