El País, El Mundo y ABC no eliminan sus anuncios de sexo, meretrices y líneas eróticas

Nada. Que los editores de los principales diarios nacionales no se apean del burro. Sus ediciones en papel siguen incluyendo, a día de hoy, anuncios de comercio sexual, un negocio por el que los periódicos han llegado a facturar 40 millones de euros al año.

En agua de borrajas parecen haber quedado las reconvenciones y proclamas vertidas desde diversas instituciones contra este tipo de publicidad en los últimos años.

El Consejo de Estado llegó a difundir hace año y medio un demoledor informe en el que se instaba a “prohibir” o al menos, “limitar severamente” los anuncios de prostitución en prensa.

Porque de autorregulación, nada. Las empresas periodísticas se resisten. Argumentan que se trata de actividades lícitas y que cualquier intento de obligarles a eliminar esas campañas supondría vulnerar la libertad de expresión de los anunciantes y la libertad publicitaria de las compañías.

Es cierto. La ley no persigue en España la prostitución. El Código Penal establece como delito la corrupción de menores o personas incapacitadas, la trata de personas para explotación sexual o el proxenetismo. Pero la prostitución no es ilegal si no hay explotación o lucro de terceras personas.

Sin embargo, es de aurora boreal que la prensa seria se refugie en este argumento de la licitud para seguir ingresando dinero con anuncios de sexo, meretrices y líneas eróticas.

La telebasura, por ejemplo, emplea este mismo razonamiento para justificar sus denigrantes programas: ofrecen a los ciudadanos lo que demandan y son muy libres de recaudar dinero mientras lo que hagan no traspase la delicada línea roja de la legalidad.

Si esos contenidos son vejatorios, denigrantes, irrespetuosos... eso es otra cuestión. La ética y la moral deben quedarse en casa, que el mundo de los negocios es otra cosa.

Estupendo. Para otra ocasión dejaremos el tema de la responsabilidad social de la prensa.

 

Queda muy bien defender la igualdad, los derechos humanos, la justicia... salvo que el asunto toque a mi bolsillo. Eso son palabras mayores.

Más en twitter: @javierfumero

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