Sobran muchos funcionarios (y no lo digo yo)
Lo que voy a contar sucedió hace unos días, en Madrid, durante un curso dirigido a funcionarios. El tema: buen gobierno y gestión eficaz de la Administración del Estado. El ponente era un catedrático prestigioso y experto en la materia. La anécdota que les contó no tiene desperdicio.
El ponente relató un caso que vivió en primera persona. Hace 20 años acudió a un pequeño pueblo de una región española cuya identidad no quiso desvelar. Se trataba de una visita cultural, de bajo perfil, pero quiso hablar con la gente de la localidad para ver cómo se habían organizado.
En una de estas, dio con el alcalde. Y le abordó. Le explicó que aquella era una aldea extraordinaria, con pocos habitantes, un modesto pero digno nivel de vida, sin apenas problemas y donde se vivía estupendamente.
El catedrático le preguntó por el número de empleados del Ayuntamiento, por las personas que sacaban adelante el consistorio y cobraban un sueldo por ello.
El regidor le dijo que allí sólo estaban en nómina tres personas: él como alcalde, un alguacil y un conserje, que atendía el teléfono. No hacían falta más. Pero, le aclaró que todos recibían un estipendio testimonial: ellos se ganaban la vida con los animales y el campo. Aquello lo hacían para ayudar, no para vivir.
El catedrático contó a los funcionarios de Madrid su sorpresa, hace unas semanas, cuando por casualidad volvió a pasar por aquella pedanía que tan grato recuerdo le había dejado.
Seguía en el mismo sitio, como no podía ser de otra manera. Vivían aproximadamente los mismos habitantes. El paso del tiempo se notaba en que las cosas estaban más cuidadas, las casas pintadas, las carreteras mejor asfaltadas, las plazas con buenos suelos…
Pero su asombro fue enorme cuando preguntó por el Ayuntamiento. Hoy, hasta 20 personas viven exclusivamente del concejo.
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