Telma Ortiz no es una ciudadana más

Me ha causado bastante impresión la carta del marido de Telma Ortiz, Jaime del Burgo, publicada este sábado por El Mundo, donde se quejaba amargamente del trato que les dispensa alguna prensa muy aficionada a violar la intimidad ajena y Telecinco, en particular.

Hay bastante cosas de ese escrito que comparto. Los periodistas debemos marcar claros límites a nuestro trabajo para no perturbar la vida privada de las personas que quieren velar por su intimidad. Estoy de acuerdo.

Pero lo primero que quiero destacar es que Telma Ortiz ha cambiado. Y lo celebro.

Hace años, amparada en nobilísimos deseos, arremetió contra una treintena de medios de comunicación (incluido este modesto confidencial) al interponer una demanda judicial para exigir que no se hablara de ella. Argumentaba que era una persona privada.

Esos medios tuvieron que comparecer ante el juez. La demanda fue rechazada y creo que ella todavía tiene pendiente pagar las costas a los demandados. Pero esa es otra cuestión.

Ahora, su marido matiza: por un lado, no exige silencio sino respeto a la vida privada y por otro, distingue entre prensa seria y prensa basura. Es un paso.

Jaime del Burgo llama delincuentes a quienes realizan fotografías en el ámbito de su vida familiar, en un recinto privado. No hay diferencia –dice- entre robarte tu cartera para venderla en un mercadillo y hacer otro tanto con tu imagen.

No está mal tirado. Es algo razonable. Por eso admito que le he dado bastantes vueltas al tema. Insisto: soy muy partidario del respeto a la vida privada de las personas. Pero dicho esto, también advierto: esta cuestión admite salvedades.

Por ejemplo: ¿Se debe hacer público que un presidente del Gobierno padece un cárcel terminal? Se trata de una cuestión personal (de las que más), sobre algo tan delicado como la salud y la integridad de un individuo, un detalle que podría perturbar la vida familiar...

 

Pues a mi juicio, no hay duda: claro que sí. Estamos ante un personaje público, elegido por unos ciudadanos, que han depositado en sus manos el destino de un país y deben conocer (digo “deben”, no sólo “pueden”) cualquier detalle relevante que afecte a su desempeño como líder de una nación. Escamotearles ese dato sería hasta deshonesto.

Aplicando este principio al tema sobre Telma Ortiz que nos ocupa es cuando digo que su caso no es tan sencillo como lo presentan.

Porque, mal que le pese, la hermana de la Princesa de Asturias no es una ciudadana más. No lo es, ni se le trata como tal.

Ha trabajado para el Ayuntamiento de Barcelona hasta hace unos meses y su nombre sonó para un cargo de una Fundación del F.C. Barcelona. Es razonable pensar que su apellido ha sido relevante para las instituciones que le han hecho esas ofertas.

Pero digo más. Es muy probable que si Telma Ortiz fuera una ciudadana más, como exige ser tratada, paradójicamente, el diario El Mundo no hubiera incluido el escrito-denuncia de su marido ocupando visiblemente la mitad de la página 7 del Suplemento ‘La Otra Crónica’ del pasado sábado.

El señor Jaime del Burgo se hubiera tenido que conformar (con mucha suerte) con una simple carta al director, oculta, sin brillo, prácticamente anónima. Así son las cosas.

Más en twitter: @javierfumero

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