Yo soy de los que me creí que ETA iba en serio

Lo admito sin tapujos: yo soy de los que me creí que esta vez ETA iba en serio.

Cuando a un mes de las pasadas elecciones generales, la banda terrorista hizo público un comunicado anunciando el “cese definitivo de su actividad armada”, pensé que esta era la buena. Por lo visto, me equivoqué.

Había varias razones –me dije- para considerar que los pistoleros lo dejaban esta vez sí que sí. A saber:

-- ETA se encuentra en la peor situación de su historia, asfixiados como nunca por tierra, mar y aire: sin relevo para los asesinos encarcelados, infiltrados hasta las cachas y sin sosiego ni siquiera en Francia.

-- Batasuna parecía, por fin, haberse desmarcado de la banda, a la que le pidió públicamente un “alto el fuego permanente, unilateral y verificable por la comunidad internacional como expresión de la voluntad para un abandono definitivo de su actividad armada”.

-- Los términos del anuncio fueron contundentes. Se hablaba de “compromiso claro, firme y definitivo”. “Es tiempo de mirar al futuro con esperanza. Es tiempo de actuar con responsabilidad y valentía”, añadía el texto.

-- La presencia de mediadores internacionales del más alto nivel, como nunca hasta ahora se habían visto, hacía presagiar un paso irreversible.

Sin embargo, repito, me he caído del guindo.

Este sábado fueron detenidos en Francia tres supuestos etarras, Jon Etxeberria, Iñigo Sancho y Rubén Rivero, encuadrados dentro del aparato logístico de ETA, el más activo dentro de las estructuras de la banda criminal en los últimos meses de alto el fuego.

 

Los detenidos llevaban encima un auténtico mensaje de paz: resina de cristal, epoxy y circoflex, material para fabricar artefactos explosivos.

Los tres iban armados y portaban documentación y matrículas falsas.

Tomamos nota.

Más en twitter: @javierfumero

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