Javier Fumero

Se están ensañando con Jordi Pujol

Es sobrecogedor asistir, como estamos viendo estos días, a la operación de demolición y ruina de una persona de la categoría de Jordi Pujol. Un señor que va a terminar convertido en un triste juguete roto.

Esta expresión califica tradicionalmente a esas personas que fueron colmadas un día de fama, dinero, poder, reconocimiento social… y terminaron cayendo en desgracia, devoradas por sus propios fantasmas y repudiadas.

La declaración pública realizada en julio por el ex presidente de la Generalitat asumiendo la existencia de cuentas en el extranjero y un fraude a la Hacienda pública que ha durado más de treinta años parece haberlo condenado a una ‘muerte civil’ a la que estamos asistiendo estos días. En directo y a cámara lenta. Es tremendo.

Los dirigentes de CiU han decidido, tras unas pocas semanas de reflexión, abandonar en la cuneta a su mentor. Pujol ha lanzado esta bomba para salvar a su propia familia sin medir el coste político que sufrirían los convergentes. Por eso ellos han optado por hacer otro tanto: consideran que su pervivencia misma está en juego y no hay espacio para el romanticismo. Si hay que ‘matar al padre’ pues se hace. Sin contemplaciones.

Primero se le pidió a Pujol que renunciara a todos sus privilegios: coche oficial, despacho, sueldo... Después, se ha pedido su baja en CDC. Se le ha exigido la renuncia por escrito a la Medalla de Oro de la ciudad de Barcelona que recibió en 1992 por su contribución a los Juegos Olímpicos.

Pero la cosa sigue. La semana pasada se radió la visita de un enviado de Convergència a la casa de verano de los Pujol con el fin de forzar la comparecencia parlamentaria del ex ‘molt honorable’ y que dé explicaciones ante sus señorías. Se pudo gestionar todo en privado pero no se quiso. Se optó por el ensañamiento. Qué bochorno.

Se quiere evitar una comisión de investigación, que probablemente sea letal para el proceso soberanista. Y para ello no se escatiman medios ni se cuidan las formas. Si hay que repudiar al patriarca y arrastrarlo hasta la arena pública pues se hace.

Ahora, Jordi Pujol parece peor que el Ébola. Contamina. Por eso, algunos han decidido levantar un cordón sanitario a su alrededor. Esta parece ser la consigna.

Pues no voy a decir que me gusta el espectáculo. A mi los juguetes rotos sólo me inspiran compasión.

 

Más en twitter: @javierfumero

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