El error de cálculo de Rajoy: Bárcenas no se pudre

Ha empleado la misma táctica que le llevó al poder: dejar pudrir los problemas. Resolverlos con el paso del tiempo, sin dejar cadáveres por el camino, evitando cualquier exposición. Después, ha seguido el símil deportivo a pie juntillas: lo que va bien no se toca (alineación, estrategia...). Rajoy ha querido solucionar así el ‘caso Bárcenas’ pero parece que, esta vez, la estratagema no ha funcionado.

Llegó a La Moncloa sin armar ruido. Casi por desestimiento. Zapatero se coció en su propia salsa, mientras él evitaba el choque de trenes en varios frentes. Su plan consistió en no pisar callos, evitar los riesgos, los exabruptos, las escandaleras, los ajusticiamientos públicos. Y le fue bien durante años de dura oposición.

Hubo de afrontar el origen del caso Bárcenas, cuando estalló todo. Se quitó de en medio al ex tesorero por lenta asfixia. Obvió los consejos de quien le reclamó que tomara cartas en el asunto de inmediato, en cuanto saltó el escándalo, y de forma ejemplar. Pero no. Dejó pudrirse el tema. Al final, el interesado dobló la cerviz y se marchó. Temporalmente.

Actuó igual con Valencia. Estalló el caso Camps y hubo quien le advirtió de que aquello era una bomba de relojería en potencia. Rajoy no lo entendió así. Contemporizó, evitó dar un puñetazo en la mesa y las cosas fueron cuadrando. Ric Costa dio un paso atrás, Francisco Camps se marchó sin armar demasiado ruido. El caso de los trajes se archivó... Llegó la paz.

El enfrentamiento Ruiz Gallardón-Esperanza Aguirre en Madrid también amenazaba con llevarse por delante a Rajoy. Pero él, a lo suyo. Templó gaitas, movió sus fichas discretamente, sin apenas levantar la voz, se llevó algún berrinche en la intimidad pero la presidenta terminó por marcharse... por su propio pie. Sigue dando pellizcos de vez en cuando, pero nada grave.

La estrategia comenzó a fallar en Asturias. Rajoy afrontó la rebelión de Francisco Álvarez Cascos con el mismo lánguido talante de siempre. Evitando el enfrentamiento, sin poner todas las cartas sobre la mesa, sin discusiones acaloradas, retrasando al máximo la elección del líder del PP en el Principado...

Al final, la cuerda se rompió, Cascos tiró por la calle en medio, ganó pero perdió... y también perdió el PP. Ahora gobiernan los socialistas.

Con Bárcenas, la presa también se ha roto.  El caudal de agua amenaza ahora con llevarse por delante muchas cosas. Veremos si también puede con el presidente, que no se mueve de su filosofía: evitar los focos, minimizar cualquier exposición gratuita, paciencia, perfil bajo, esperar que escampe.

Mientras tanto, los españoles comienzan a manifestar sus dudas sobre un presidente que no ataca de frente los problemas. Es probable que ame a su país, que haya adoptado medidas enérgicas, valientes y atrevidas. Pero no da la cara. Menudo papelón.

 

Más en twitter: @javierfumero

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