Javier Fumero

El exhibicionismo político ya pasa factura

¿Ustedes no están hartos de tanto guiño? En el fondo es comprensible: los políticos se ven incapaces de imponer una agenda. A las personas cada vez les interesan menos los programas electorales: ni tienen tiempo de leerlos, ni se los creen. Por eso las campañas publicitarias, los eslóganes electorales, deben ser cada vez más ingeniosos si no quieren morir al poco de ver la luz, ofuscados por los múltiples focos que alumbran la realidad.

Hay saturación informativa y la manera de captar la atención es simplificando el mensaje: se dirigen al sentimiento, tocan la fibra del humor o se activa la pituitaria del instinto. Al golpear el estómago con contundencia se logra el efecto querido: notoriedad.

Sin embargo, los expertos llevan un tiempo advirtiendo de que, precisamente en estos tiempos de viralidad y multiplicación de imágenes, el tono y el estilo de la comunicación no son inocentes. Son tan reveladores o más sobre la marca que el propio mensaje.

No toda atención es buena, la “comunicación como espectáculo” tiene sus efectos perversos.

La notoriedad no es un objetivo que se pueda perseguir a cualquier precio. Sobre todo, si lo que se pretende es conseguir una adhesión duradera por parte de los potenciales clientes. También si se quiere construir una relación de confianza y afecto será razonable valorar que el exhibicionismo pasa factura y tiene fecha de caducidad. Crea lealtades de muy poco valor.

Las grandes marcas se levantan sobre vínculos fuertes, que puedan resistir el paso del tiempo y los rigores del clima. De ahí los graves riesgos de recurrir a juegos malabares, que se cimientan sobre la chanza tramposa, el estereotipo facilón, lo escabroso o lo frívolo. Ofrecen réditos de popularidad a corto plazo pero avocan al olvido y desgastan la imagen.

Un compromiso duradero se obtiene generando confianza, afecto, devoción, inspiración y una conexión profunda. Por lo tanto, políticos y empresarios deberían tomar nota y apostar por el sentido común, la moderación y el buen gusto. Estas son las claves para tener éxito en una estrategia de propaganda como la que afrontan dentro de unos meses los partidos políticos en España.

En lugar de acrobacias o golpes de efecto, lo sensato es centrarse en lo que eleva y no simplemente en lo que excita. Ojo con sacrificar lo importante en el altar del impacto.

Más en twitter: @javierfumero

 
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