Javier Fumero

La ideología de la catástrofe

Hace varios años leí un texto de un ensayista francés llamado Pascal Bruckner donde acuñaba precisamente este concepto: la ideología de la catástrofe.

Se refería a la expansión de esa mentalidad apocalíptica, muy del gusto por ejemplo de nosotros los periodistas, que necesitamos obtener clicks como sea y priorizamos para ello los contenidos sobre gravísimos males o recurrimos directamente a la exageración.

Acentuar el peligro tiende a aumentar los niveles de audiencia, por lo cual a menudo se pierde de vista la probabilidad. Pero además, conscientes de la importancia de la cobertura de los medios, hay grupos organizados que trabajan para dirigir la atención pública hacia riesgos que a ellos les preocupan.

Hace unos días leí la siguiente pregunta en el diario El País: “¿Está España preparada para el maremoto que vendrá?”. Según este periódico, la cuestión no se aborda abiertamente en nuestro país para evitar espantar al turismo. Pero el riesgo existe.

Junto con la predicción de grandes desastres, se propaga el miedo. Miedo a un crack financiero mundial, a la crisis de deuda, a la demografía, al cambio climático, al uso de los transgénicos… y ahora hasta al mismísimo Donald Trump.

Según Bruckner, todo se debe a un cambio de paradigma, lo que explica que también los líderes políticos, los científicos y los intelectuales se sientan apresados por esta nueva mentalidad terrorífica: la era de las revoluciones técnicas ha sido sustituida por la del pesimismo y la culpabilidad.

La ideología de la catástrofe ha tomado, desde el final del siglo pasado, el lugar que había ocupado el dogma ilustrado del progreso. ¿Cuáles son las razones de este cambio? Para Bruckner el catastrofismo no opera identificando a partes culpables, sino que generaliza la responsabilidad por el futuro de la Tierra: la culpa es, pues, “de la humanidad, en su voluntad de dominar el planeta”.

El análisis del pensador francés terminaba, sin embargo, con un canto al optimismo. Frente al gris horizonte dibujado por esta nueva ideología, enumeraba “algunas buenas noticias de los últimos veinte años: la democracia está avanzando lentamente, más de mil millones de personas han salido de la pobreza extrema, ha aumentado la esperanza de vida en la mayoría de los países, hay cada vez menos guerras y muchas enfermedades graves han sido erradicadas”.

Más en twitter: @javierfumero

 
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