Javier Fumero

Ese milagro llamado Carolina

Lo que ha hecho Carolina Marín al convertirse este domingo en campeona mundial de Bádminton es una proeza como pocas. De hecho, me parece que lo sucedido tiene algún corolario interesante. Por ejemplo: permite calibrar, en su justa medida, ese espíritu indómito, arrollador y rebelde que caracteriza el alma española.

El bádminton no es sólo un deporte minoritario en España. Es lo siguiente. Sólo hay 6.804 licencias concedidas por la federación, 2.826 son de mujeres (un 41,5%); hay sólo 250 clubes inscritos en todo el país.

Para hacerse una idea de la desproporción de la que estamos hablando basta comparar con lo que sucede en China, el país de Li Xuerui, la finalista a la Carolina derrotó del pasado domingo. Allí hay 100 millones de jugadores federados y el gobierno nacional apoya con mucho dinero su formación y entrenamiento.

Carolina Marín nació hace 21 años en Huelva. A los 12 debió elegir entre el flamenco, su otra gran pasión, y el bádminton. Hoy es la única mujer no asiática entre las quince primeras del ranking mundial de esta especialidad, campeona de Europa y campeona del Mundo.

En estos momentos, vive de los patrocinadores y de una beca ADO. Pero antes, cuando sólo era una promesa de un deporte de quinta fila, tuvo que recurrir al ‘crowfunding’: pidiendo pequeñas aportaciones de dinero a través de internet.

Quienes la conocen hablan de una persona hiper competitiva, con bravura, casta y un cierto espíritu montaraz nada conformista.

Me parece, insisto, en que esta forma de ser es muy española. Algo que podría servirnos para hacer palanca y aspirar –como Carolina Marín- a lo imposible.

Más en twitter: @javierfumero

 
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