La pela es la pela

Pues vá a ser que si, que la pela es la pela. Y ahora, en serio y con lenguaje clásico habré de decir "poderoso caballero es don dinero".

Y, lo es tanto, que en muchísimas ocasiones vence las batallas contra los principios morales en cualquier ámbito, ideas, negocios, comercio, política. Ante la posibilidad de bajar las ventas o contrariar al cliente, de perder un negocio más o menos sucio, algunos inmundos como el de las clínicas abortistas o disminuir la tirada del periódico, por no ser sus editoriales políticamente correctos, muchos se rinden y además con miedo. Cuando esto ocurre, las creencias y las tradiciones se guardan para la intimidad y los símbolos navideños se quedan para el salón de la casa, la vela y la bola allí quedan preciosas y "hacen familia". El Belén a veces no se pone porque puede crearnos cómo un remordimiento que claro, con el ajetreo de comprar y comprar no queda tiempo para analizarlo.

También parece ser que algunos lo sustituyen por el triangulo y el mandil de la logia a la que pertenecen pues me han dicho que adornados de espumillón quedan preciosos. Yo, no lo he visto afortunadamente.

Todo esto ha transcendido lentamente a la vida pública y al "mobiliario urbano" y vemos las ciudades adornadas con miles de bombillas formando extraños adornos despojados por completo de alusiones a la Navidad. Ya casi no hay ni velas, ni bolas, ni estrellas, ni pastores, sólo hay como un gran grito luminoso que dice: "compra, compra, consume".

Este año el rechazo de Dios Niño y sus valores se ha quitado claramente la careta y políticos que se dicen cristianos han borrado todo recuerdo al milagro de Belén. Lo he ido observando, con preocupación y en mi discurso mental siempre terminaba imitando al protagonista de la película "Casablanca" diciéndome: "Bueno, siempre nos quedará el Corte Inglés". Pero, no ha sido así, este año su fachada luce una perfecta iluminación abstracta y de lo más laica. Vamos que nadie puede pensar ni por asomo que ese dibujito tan aséptico nos hable de la Navidad verdadera, la cristiana.

Que desengaño he sentido, pues para mi era un referente esos grandes almacenes. Ha cedido como muchos ante el temor de unos resultados crematísticos más bajos. Ya no hay ni vela, ni bola y los villancicos han quedado como fondo musical de turrones y demás "delicatessen" navideñas.

A pesar de todo la Navidad sigue viva porque el Niño Dios nace para todos los hombres de buena voluntad y también para los que no la tienen. Es el Salvador del mundo, aunque quieran negarlo algunos.

 

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