Javier Fumero

Un rayo de luz en pleno atentado de París

Creo que fue Kafka el que dijo que la verdadera estructura de un edificio se descubre tras el paso de un terremoto o de un gran incendio. Cualquiera de estas dos calamidades deja al descubierto las virtudes y miserias de un armazón, libre entonces de los artificios engañosos del estuco, los falsos techos o la mampostería.

Pienso que los trágicos atentados de Francia no están dejando únicamente lecciones sobre la maldad humana, la mezquindad o la desorientación de algunos. Estos días también se están conociendo ejemplos luminosos y esperanzadores, de personas y colectivos que han demostrado un corazón grande y miras altas.

También es preciso hablar de ello, digo yo. No sólo de las carencias, de los desafíos que tenemos por delante y de los agujeros negros de los seres humanos que habitamos el siglo XXI. Más que nada para no perder la perspectiva.

En este sentido, me ha llamado especialmente la atención el caso de Antoine Leiris, periodista de la radio France Bleu que, tres días después de la tragedia, colgó en Facebook un mensaje sobrecogedor. Refiriéndose a los asesinos, escribió cosas como las siguientes:

-- “El viernes por la noche robasteis la vida de un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero no tendréis mi odio”. “Responder al odio con la ira sería ceder a la misma ignorancia que hizo de ustedes lo que son”.

-- “Queréis que tenga miedo, que mire a mis conciudadanos con recelo, que sacrifique mi libertad por seguridad. Habéis perdido”.

-- “Por supuesto, estoy devastado por la pena, les concedo esa pequeña victoria, pero será de corto plazo (…) De hecho, no tengo más tiempo para dedicaros, tengo que ocuparme de Melvil que se despierta de la siesta. Tiene apenas 17 meses, se comerá la merienda como cada día, jugaremos como cada día y toda su vida, este niño les hará la afrenta de ser feliz y libre. Porque no, tampoco tendrá su odio”.

La mañana en la que Antoine Leiris escribió esto había ido a reconocer el cuerpo de su esposa, Helène, de 35 años, una de las 89 fallecidas en el ataque de los terroristas a la sala de conciertos Bataclan de París.

Al poco de colgar en su perfil estas palabras, el mensaje dio la vuelta al mundo. El diario Le Monde lo publicó en portada, se compartió en Facebook más de 220.000 veces y generó más de 10.000 tuits en diferentes idiomas.

 

No es para menos.

Insisto. Creo que es preciso, urgente y muy benéfico hablar más de este tipo de casos. Son inspiradores y catárticos. Esto de la catarsis viene de Aristóteles. El filósofo siempre estuvo interesado en la capacidad instructiva del impacto emocional y su poder de mejorar a las personas. Los griegos sólo tenían el teatro. Por eso, a través del drama, presentando el bien como bien y el mal como mal, ayudaron al hombre de su época a entenderse mejor a sí mismo y a orientar sus vidas hacia la vida buena.

Debemos hacer lo mismo y hablar mucho de estos gestos emocionantes que, en medio de la penumbra y las sombras que habitan este mundo, nos ayudan a vislumbrar el modo noble, cabal, decente… humano de afrontar este terremoto.

Más en twitter: @javierfumero

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