Es real: un español renuncia a la subvención

Hace un par de años, el Gobierno Zapatero anunció un plan para ayudar económicamente a las empresas de comunicación. Más concretamente, a los periódicos. Para echarse a temblar. El proyecto finalmente no vio la luz: ni había dinero para repartir, ni la Unión Europea permitía el pasteleo de un Gobierno con aquellos que están llamados a ejercer una labor de control de sus dirigentes.

Recuerdo que aquella iniciativa se iba a vender como una financiación a través de cursos de formación que permitirían –explicaban desde el Ejecutivo socialista- “aumentar la polivalencia profesional” de los informadores. La polivalencia... y el silencio, supongo.

Porque ya me dirán ustedes qué diario iba a atreverse a ser muy crítico con un partido que ha logrado dignificar su cuenta de resultados o que, directamente, le ha salvado del cierre. Como digo, todo muy resbaladizo, pringoso y turbio.

Todo lo contrario a la actitud de un empresario al que quizás le gusten los titulares, los golpes de efecto, la mercadotecnia... pero toma decisiones tan valientes como poco comunes. Se llama Juan Roig y es el presidente de Mercadona.

Su última ocurrencia ha sido renunciar a las dos subvenciones públicas a las que tenía derecho como incentivo por levantar un centro logístico para la compañía en Guadix (Granada).

No era moco de pavo. Dejará de percibir casi 4 millones de euros en total. La Junta de Andalucía iba a proporcionarle 2,5 millones. Y el Ayuntamiento de Guadix había prometido 1,3. Por crear trabajo en la zona (al menos 150 contratos fijos) y dar valor a la región.

No es la primera vez que el máximo ejecutivo de Mercadona actúa de esta forma. El pasado año, anunció que el Valencia Basket (club de baloncesto del que es propietario) renunciaba a las ayudas públicas que estaba percibiendo. Prefería que ese dinero se destinara a solidaridad.

El mensaje que Juan Roig quiere transmitir con estas decisiones es que lo importante es que cuadren las cuentas por sí mismas, por la cultura del esfuerzo, por la propia creatividad y por el valor añadido que ofrecen los productos. Sin ayudas artificiales, muletas o andamios que puedan esconder la mediocridad.

Es todo lo contrario a esa cultura del pesebre, de vivir del cuento y la sopa boba, que algunos pretenden para privilegiados sectores de esta sociedad.

 

Yo no los quiero para la prensa. Ni tampoco para el mundo del cine, dicho sea de paso.

Más en twitter: @javierfumero

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