Una reflexión sobre el desplome de la cirugía estética

Si hay un caso paradigmático del cambio que está suponiendo para España y quienes la habitan la crisis económica es Corporación Dermoestética. Las grandes clínicas de cirugía estética llevan cuatro años en caída libre: todo un síntoma de lo que nos está pasando.

Fíjense en los siguientes datos.

-- Corporación Dermoestética tiene 54 centros distribuidos por toda España y da trabajo a 424 empleados.

-- A inicios de 2009 su posición financiera era de 156 millones euros. La compañía valenciana consideró que se trataba de un buen respaldo y hasta decidió entonces repartir 100 millones entre sus accionistas.

-- Pero el año 2010 comenzó el desplome. Dos años después, la cadena de clínicas de estética volvió a aumentar sus pérdidas, que se situaron en 27,16 millones de euros, un 234% más que en el año anterior.

-- En 2011 la mala situación del consumo provocó que los ingresos volvieran a reducirse significativamente: fueron sólo de 36,26 millones de euros, un 11% menos que  en 2010.

-- El descenso de ventas acumulado en los últimos cuatro años es del 5%, y lo peor es que la empresa prevé que volverá a bajar en este 2012.

-- La empresa ha anunciado un ERE de reducción de jornada para toda su plantilla en España.

Estos datos matizan algunas noticias publicadas estas semanas sobre el aumento de los centros de cirugía estética en nuestro país. Se están creando nuevos centros ‘low cost’ que están tirando los precios y que se nutren de médicos que buscan reciclarse hacia este negocio a la búsqueda de un puesto de trabajo. Nada más.

 

El volumen de negocio de este sector sigue a la baja y las cifras del ‘gigante’ de la belleza son contundentes.

¿Qué está pasando?

Hace tiempo escuché decir que la generalización del consumismo que permitió el crédito y el auge del individualismo habían provocado en los ciudadanos del primer mundo el paso de una vieja reivindicación –el derecho a ser feliz- a un nuevo paradigma: el deber de ser feliz.

La posibilidad de disponer de dinero a cuenta permite dar satisfacción inmediata a todas las necesidades, sin valorar demasiado las contraprestaciones. Ya no es necesario ahorrar hasta el último céntimo y aquilatar, por tanto, cualquier gasto. Puedo ser feliz y debo serlo ya.

Se vive al presente, ya se pagará más adelante, para evitar la frustración al precio que sea, porque esta se vuelve insoportable.

El individualismo alentó, por su parte, la búsqueda de la felicidad en uno mismo. A cuidar el cuerpo con una dieta sana, a descubrir un mágico tratamiento capilar que mejore mi aspecto o a recurrir a la cirugía estética cuando una parte de nosotros nos resulte intolerable.

Hay quien sostiene que la crisis del crédito, del vivir a cuenta, puede estar contribuyendo a pinchar este globo de la obsesión por la felicidad a cualquier precio, de una sociedad ansiosa y estresada, obligada a perseguir frenéticamente sus propios fantasmas.

Más en twitter: @javierfumero

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