La responsabilidad del periodista al informar sobre suicidios

Entre 1984 y 1987, Austria se vio envuelta en una espiral que conmocionó al país. El Metro de Viena se convirtió en el escenario de decenas de suicidios. Eran casos dramáticos, con historias tremendas detrás de cada víctima. Los medios de comunicación realizaron coberturas extraordinarias. Y todo se fue de las manos.

La situación comenzó a adquirir tintes calamitosos. Maquinistas afectados por los atropellos, más muertes en fechas señaladas, pasajeros conmocionados con crisis de ansiedad recurrentes, autoridades sobrepasadas, los vigilantes admitiendo su impotencia para poner freno a los desenlaces…

Finalmente, se optó por poner en marcha una campaña dirigida, única y exclusivamente, a mejorar el tratamiento de los acontecimientos por parte de la prensa. Seis meses después de iniciado el plan, el número de suicidios (y de intentos de suicidio) en el Metro de Viena había descendido un 80%.

De aquella iniciativa surgió un informe que recogía varias conclusiones. A saber:

-- El número de suicidios aumenta proporcionalmente a la cobertura mediática de un caso.

-- Los intentos de quitarse la vida aumentan también cuando se informa de un suicidio en particular con mucho detalle o cuando se relatan en profundidad varias historias.

-- Crecen las muertes voluntarias cuando la noticia de un suicidio aparece en la portada de los periódicos, en un lugar destacado de los sitios webs o en la apertura de los programas de radio y televisión.

-- Hay más suicidios cuando los titulares de este tipo de informaciones cae en el sensacionalismo.

A partir de sucesos como el descrito, en Periodismo se comenzó a hablar de “suicide contagion”, es decir, del efecto contagio que provocan las noticias de los medios de comunicación sobre personas que se quitan la vida; y de “copycat suicides”, aludiendo al mimetismo que provocan este tipo de conductas.

 

Entiendo que el caso de los desahucios en España presenta algunas variantes con respecto a lo sucedido en Viena en los años 80. Una especialmente importante. Aquí, detrás de estas trágicas muertes hay unas circunstancias distintas, una situación aberrante que esconde un drama social que es preciso denunciar: la desesperación de familias con escasos recursos, instituciones capaces de explotar a las personas para no ver menguado el beneficio, usureros implacables que han hecho negocio gracias al candor de unos humildes trabajadores, etc., etc., etc.

En otros casos se ha visto que el cuento de la hormiga y la cigarra se repite: el imprudente que estiró el brazo más que la manga, clama después lastimero las injusticia de un mundo de capitalistas sin alma. Es una actitud lamentable, que resulta especialmente indigna porque podría hacer pensar que todos los casos siguen este patrón, cuando no es así.

Por eso, el periodismo se hace necesario. Para esclarecer los hechos, informando con honestidad y franqueza de los detalles y circunstancias que acompañan cada suceso. Los periodistas debemos hablar del sufrimiento humano: atentados, secuestros, violaciones, conflictos bélicos… Pero con cautela.

Concretamente, creo que la prensa española debería tratar con más cuidado estas noticias sobre desahucios donde el suicidio pasa a primer plano. Con una sola persona que se haya visto animada a quitarse la vida, al ver sentido a una decisión que hasta ese momento se le hacía inabordable, sería suficiente para asegurar que no habría merecido la pena.

Más en twitter: @javierfumero

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